CAPÍTULO SEIS: Play dead.

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«Me hago el muerto, detiene el dolor. Me hago el muerto y el dolor se detiene. A veces es como dormir, acurrucado dentro de mis propias torturas privadas. Hago un nido de dolor, abrazo de sufrimiento, acariciando cada herida… Me hago el muerto.»
(Björk, Play dead, 1993, 2m4s)

*Ilboni: japoneses.

De nuevo era medianoche en el hospital, un turno como cualquier otro. NamJoon estaba en la sala de descanso bebiendo un café mientras jugaba con un trozo de papel en sus manos, doblando una esquina por aquí y uno que otro borde por allá. Preciso y dedicado a la tarea.
 
Había pocas cosas que Kim NamJoon disfrutaba hacer en sus ratos libres, y una de ellas era el origami. En realidad NamJoon amaba el origami, tanto que podía pasarse las horas formando pequeñas figurillas de papel sin aburrirse y solo detenerse hasta que los dedos se le acalambraban. Su madre odiaba cuando de niño llenaba repisas y libreros enteros con los animales que armaba pero su padre lo defendía, argumentando que, el arte de la papiroflexia, era un excelente instrumento para estimular la motricidad fina de sus manos y dedos. 

«Los ilboni entrenan a sus cirujanos así, sabes». Repetía cada vez que lo encontraba escondido de su madre mientras hacía su origami, luego le frotaba la cabeza y repetía que sería un excelente cirujano. Un orgullo más para la familia afirmaba su padre. Qué gracioso era que había empezado con la papiroflexia para olvidarse precisamente del futuro que sus padres habían trazado para él. 

Al realizar el último doblez, NamJoon observó su obra terminada, sintiéndose bastante satisfecho al contemplar la flor de loto pequeña y perfecta. Estaba sucumbiendo a la tentación de tomarle una foto para su colección personal, cuando una de las enfermeras más longevas entró al lugar, luciendo nerviosa.

—Dr. Kim, alguien lo está buscando en el estacionamiento.

—¿Quién me busca?

—El hombre no quiso dar su nombre, dice que es urgente, sobre un amigo suyo. ¿Debería llamar a la policía? No luce como una persona decente.

«No luce como una persona decente». Repitió en su cabeza, NamJoon. De inmediato, un solo rostro se vino a su mente. Negó al ofrecimiento de la enfermera y le pidió que se fuera, que él mismo se encargaría de ese asunto. A su petición añadió no decirle a nadie más que esa clase de persona lo estaba buscando pues NamJoon no quería que se hicieran ideas equivocadas de él y de las personas con las que se relacionaba. La enfermera aseguró que no le contaría a nadie al respecto aunque todo su semblante decía lo contrario. 

Esa era la naturaleza de las enfermeras y NamJoon estaba consciente que intentar frenar ese instinto que tenían ellas por chismosear en los pasillos era tarea no solo difícil sino imposible. Bien, ya lidiaría con ella después. Así que despidió a la mujer y caminó con dirección a la salida que daba al estacionamiento.
 
Al principió le fue difícil encontrar a la persona que le buscaba, tal vez porque esperaba toparse directamente con el rostro de YoonGi, pero no fue así. En realidad tuvo que cruzarse con varias personas antes de dar con su visitante y que horrible sensación fue darse cuenta del estado en el que se encontraba ese pálido rostro al cruzar miradas.

    YoonGi no estaba solo, con él venían tres hombres, uno sosteniéndolo de cada brazo y el tercero frente a ellos fumándose un cigarro.

    —¿Usted es el amigo de nuestro querido dongsaeng? —preguntó ese hombre después de dar una última calada a su cigarrillo y tirarlo al suelo, pisandolo para apagarlo.

    NamJoon frunció el ceño intercalando su mirada entre YoonGi y ese hombre. ¿Habían sido ellos los que lo habían dejado así de golpeado, con el labio roto y una laceración en la mejilla? Observó su ropa, la que hasta hacía unas semanas atrás era suya y notó que había gotas de sangre en ella. ¿Qué querían de él esos tipos?

Sostenme en tus brazosWhere stories live. Discover now