CAPÍTULO DIECISÉIS: Venus As A Boy

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«Su perverso sentido del humor, sugiere sexo emocionante. Sus dedos, se adhieren a él. Sus caricias, él es Venus como un chico. Él cree en una belleza. Él es Venus como un chico. Él cree en una belleza... Él cree en una belleza. Él es Venus como un chico. Él cree en una belleza...»

(Björk, Venus as a boy, 1993, 0m15s)


NamJoon jamás se consideró a sí mismo como alguien obsesionado con nada el particular, ni siquiera con sus figurillas de papel que con tanto empeño coleccionaba, pero por aquellos días tal aseveración había perdido fuerza. Ultimamente si que estaba obsesionado con algo, o mejor dicho, con alguien y esa persona era Min YoonGi.

Desde que amanecía hasta que anochecía, NamJoon se encontraba a sí mismo pensando en el pelinegro con recurrencia. No cuando estaba en cirugía o atendiendo algún paciente, pero sí durante sus descansos o cuando conducía por la carretera.

Pensaba en él de muchas formas distintas, la mayoría del tiempo se preguntaba qué estaría haciendo, sí en su trabajo le iba bien, si ya había comido y si las tentaciones se mantenían lejos de él (o él de ellas). La otra gran parte pensaba en sus ojos, en sus labios y en sus preciosas mejillas blancas y por supuesto en sexo, en tener sexo con él. Pero muy de vez en cuando, solo a veces, se planteaba preguntas que por cobardía más tarde no intentaba satisfacer y por eso procuraba no estancarse demasiado en ello.

Ese jueves estaba lejos de ser fin de semana, al menos eso sentía él. Los fines de semana significaban una sola cosa en el apartamento de Kim NamJoon y él no podía resistir un día más. Por la noche, en cuanto volvió a casa, lo primero que hizo fue correr a los brazos de YoonGi (algo así), lo empujó a la cocina, le dio la vuelta y abrazado a sus espaldas, le beso.

Min YoonGi jadeo entre sus labios y entonces comprendió una de las muchas razones por las que se sentía encantado por ese joven blanco. Si algo detestaba de las veces que lo hacía con las mujeres eran sus gemidos agudos. Los odiaba lo suficiente para conseguir sentirse asqueado. Pero en YoonGi, todo era distinto, todo era excitante, todo era encantador.

Ambos estaban de pie, uno delante del otro, tenía a YoonGi aprisionado entre la barra de la cocina y su cuerpo. Tal vez YoonGi le dijo que se detuviera quejándose de que la cena no se haría sola pero NamJoon estaba más preocupado por el postre que por lo demás e iba a comérselo sin que nada ni nadie pudiese detenerlo. El pálido puso ligera resistencia y él se aprovecho de eso, desnudandolo entre besos antes de desabrocharse los pantalones negros y ponerse el preservativo.

¿Qué más le gustaba de YoonGi? La lista era larga. Primero que nada, adoraba sus cejas rectas que iniciaban delgadas y acababan como un pequeño triángulo a los extremos de sus ojos. Segundo, su mentón curvo y alargado, ligeramente ancho. Tercero, el suave vello bajo sus axilas, debajo de su ombligo y entre sus piernas que le recordaban que, sin dudas, estaba con un hombre. Cuarto, el delicioso aroma varonil del sudor de la curva de su garganta abultada. Su piel gruesa, firme y seca. Su cuerpo delgado. Su cabello corto. Sus labios pequeños. Sus orejas frías. Sus dedos largos. Su voz gruesa. A resumidas cuentas, todo de YoonGi le gustaba. Absolutamente todo.

NamJoon estaba tan perdido en tales preciosos atributos que ni siquiera escuchó el usual pitido de la cerradura de la puerta. YoonGi tampoco lo notó, no con la cabeza recostada contra la mesa. Fue demasiado tarde cuando, finalmente, alguien apareció frente a ellos y NamJoon, horrorizado por lo que estaba pasando, salió de YoonGi, se subió los pantalones e intentó esconder a este pero llegado a ese punto, TaeHyung ya había visto todo.

Quisó excusarse con el enfermero, explicarle y decirle que lo que había visto no era lo que él seguramente creía pero este, aún con la mirada sorprendida, salió corriendo del apartamento mientras decía «Lo siento, lo siento» sin darle oportunidad de hablar. NamJoon maldijo por lo bajo y comenzó a vestirse correctamente mientras caminaba a la puerta.

Sostenme en tus brazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora