CAPÍTULO QUINCE: Me Gustas Tú

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«Me gusta la moto, me gustas tú. Me gusta correr, me gustas tú. Me gusta la lluvia, me gustas tú. Me gusta volver, me gustas tú. Me gusta marihuana, me gustas tú. Me gusta colombiana (cocaína), me gustas tú. Me gusta la montaña, me gustas tú. Me gusta la noche... ¿Qué voy a hacer? No sé. ¿Qué voy a hacer? Ya no lo sé. ¿Qué voy a hacer? Estoy perdido. ¿Qué horas son, mi corazón?»

(Manu Chao, Me gustas tú, 2000, 0m51s)


A sus 17 años, YoonGi sabia muy poco de sexo.  La limitada información a la que tenía acceso provenía de tres sitios exclusivamente: las guías para presentar el Suneung, de sus clases de biología y de los talleres de "tecnología del hogar"; y en dado caso, sus conocimientos eran, en su mayoría, meramente teóricos y muy poco prácticos. Nunca hablaba de eso con nadie y hasta cierto punto sentía que hacerlo era malo, porque las hermanas del orfanato decían que lo era y castigaban a quién deseara saciar su curiosidad por otros medios.

    YoonGi sabía que hombres y mujeres «hacían el amor» si querían tener hijos pero no sabía que podían hacerlo por gusto, y tampoco imaginó que «hombres» o «mujeres» pudieran hacerlo entre sí porque biológicamente eso no tenía ningún sentido. Eso creía él a esa joven edad, hasta que JiMin le quitó la venda de los ojos.

    Había escuchado que otros muchachos de su escuela leían revistas prohibidas y, que los que tenían el lujo de tener un celular sofisticado, llevaban videos sucios que después veían todos en pequeños grupos, pero dado que él no tenía amigos, jamás tuvo el encanto de observar tales placeres con anterioridad.

    Esa tarde, la que marcó una parte importante de su vida, JiMin le había preguntado si le gustaba el «porno». YoonGi no supo responder y JiMin se rió en su cara.

    «Te mostraré» dijo él. JiMin era un muchacho de buena familia así que tenía una televisión con dvd para él solo en su habitación. JiMin le contó que era difícil conseguir esos videos y que le habían costado una fortuna pero que valían la pena. YoonGi fue incapaz de decir si estaba o no de acuerdo, pues la escena de una chica japonesa siendo follada por dos hombres fue demasiado para su mente inmadura. 

    «¿No te gusta?» preguntó JiMin, él le dijo que sí aunque era mentira. JiMin se rió de nuevo y cambió la película. En el nuevo video ahora eran dos muchachos americanos desnudos, uno chupándole el pene al otro. YoonGi casi se murió de la vergüenza. 

    «¿Te masturbas, YoonGi?» preguntó y él dijo que no. «¿Te han tocado ahí abajo, entonces?» YoonGi lo pensó detenidamente y recordó algunas cosas de su niñez, sí, sí lo habían tocado pero de alguna manera supo que JiMin no debía saberlo, así que le mintió y otra vez dijo que no. «¿Tampoco te la han chupado?» de nuevo mintió y negó. JiMin sonrió, prácticamente complacido. 

    YoonGi nunca imaginó que pasaría lo que después pasó. JiMin se arrodilló frente a él, le abrió los pantalones, le sacó la verga y la lamió. Quiso negarse, decirle que no hiciera esa clase de cosas, que si los descubrían estarían en muchos problemas, pero no pudo. No con semejantes labios rosas alrededor de él. 

    Acabó en la boca de JiMin pateticamente pronto y aunque este se rió una tercera vez de él no le reclamó haber hecho algo tan asqueroso a causa de su inexperiencia, en vez de ello se desnudó, se subió sobre él y le enseñó todo lo que tenía que saber sobre sexo. Y YoonGi «hizo el amor» por primera vez en su vida.

    Ese día, aún entre las piernas de JiMin, se dió cuenta de lo mucho, muchísimo que lo amaba y fue ese el momento en que todo empezó a ir mal.

Sostenme en tus brazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora