CAPÍTULO ONCE: Save Me

442 72 66
                                    

«Quiero respirar, detesto está noche. Quiero despertar, detesto este sueño. Estoy atrapado en mi mismo, estoy muriendo [...] ¿Por qué es tan oscuro cuando no estás aquí? Es peligroso, me hace tanto mal. Sálvame, no puedo controlarme a mí mismo. No puedo. »

(BTS, Save me, 2016)

Kim TaeHyung le dijo a los pocos días, cuando le avisó de sus planes en Jeju, que él no hubiera tenido problema con cuidar a YoonGi todo ese fin de semana y que incluso, lo habría hecho sin cobrar. «¿Por qué no me preguntaste antes, hyung?» había preguntado el joven enfermero. Kim NamJoon fue incapaz de darle una respuesta coherente y sus explicaciones fueron más que otra cosa, excusas idiotas. Como reacción a eso, el joven castaño le sonrió antes de decir «Le has tomado afecto». NamJoon prefirió no responder y solo frunció el ceño, yéndose de la sala y dejando a TaeHyung con una estúpida sonrisa. Suerte que YoonGi hubiese estado tomando una ducha y no pudiera escucharlos.

    Después de reflexionar las observaciones del joven enfermero, por un segundo, se sintió tentado a retirar su invitación, no obstante ya era tarde para eso, pues la habitación doble en el hotel ya había sido reservada y pagada, además, el boleto de avión que NamJoon con semanas de antelación había comprado también fue cancelado por su cuenta, cuando se dio cuenta que Min YoonGi no tenía ninguna clase de identificación oficial y que por tanto no podría volar. 

De igual forma no sería capaz de retractarse con YoonGi, no después de haberle hecho empacar la ropa nueva que le había comprado junto con todos esos productos de la piel, que también le compró porque cuando fue a la farmacia por bloqueador solar, pensó que el joven pálido necesitaba muchísimos más cuidados faciales para tan delicada y lechosa piel. Ahí se dio cuenta que TaeHyung tenía razón, ah que estupido. Pero por Dios, no podía ser eso. Claro que no. TaeHyung estaba equivocado. Eso no era afecto o siquiera aprecio, era simplemente una extraña, muy extraña, forma de compasión. Sí, era solo eso. Y como fuera, no tenía la cara para echarse atrás.

Entonces no, los planes seguían iguales, que TaeHyung se tomara libre ese fin aunque no tan libre porque de todos modos tendría que ir a cuidar al insoportable de Guksu, dado que claramente, la invitación era sólo para YoonGi y no para su odiosa mascota.

Así los días sucedieron rápidamente y pronto fue el fin de semana del congreso. NamJoon arregló sus horarios y cambió turno con uno de sus compañeros por lo que estuvo libre desde el jueves por la tarde. De acuerdo a sus cálculos y para llegar a tiempo a las ponencias del viernes por la mañana, él y YoonGi debían salir en auto desde esa noche. Si se apegaban al cronograma, dormirían un par de buenas horas antes del desayuno al siguiente día. 

Al subir las maletas al auto y YoonGi sentarse en el asiento del copiloto, NamJoon notó que éste lucía no tan emocionado como esperaba en un inicio, sino que parecía, como frecuentemente pasaba, algo angustiado mientras miraba en dirección a una de las ventanas del apartamento. No tuvo que preguntar el motivo, lo supo de inmediato.

—TaeHyung cuidará bien de él —dijo al cerrar la puerta del auto y arrancar el motor—. Nunca dejó que te hicieras daño, después de todo.

—Él es enfermero, no veterinario —replicó YoonGi. 

—Cuidar de seres vivos de distintas especies no es tan diferente como piensas, claramente no son los mismos cuidados pero por sentido común, cuando hay algún signo de alerta es difícil de ignorar. Ten por seguro que TaeHyung lo llevará al veterinario si es necesario y ya se sabe la rutina de su comida, se lo dejaste bastante claro.

YoonGi apretó los labios no muy convencido, aún así no dijo más y asintió de mala gana, poniéndose el cinturón mientras aún miraba al edificio. A como lo vió NamJoon, YoonGi y ese gato tenían un lazo demasiado fuerte uniéndolos. Estuvo a nada de afirmar en sus pensamientos que aquello era absurdo, pues Guksu era solo un animal más pero se detuvo de hacerlo al pensar en Koya al tiempo que su pecho era invadido por una particular sensación de aflicción. Hacía años que no pensaba en su hermoso perro blanco e instintivamente decidió que no comenzaría hacerlo ese día.

Sostenme en tus brazosWhere stories live. Discover now