Luuuhpin el lobito y Rasaweak

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Rasalas empezaba a preocuparse por su amigo; Kreacher no había regresado el día siguiente, ni al otro. La joven Black se la pasaba sentada en una de la viejas ventanas esperando al elfo; pero en cambio, en el anochecer dos hombres ataviados con capa aparecieron en la plaza frente al número 12.

—Esto les interesará—Susurro Rasalas llamando la atención del trío de oro.

Black llevo su dedo índice a sus labios para que hicieran silencio y llegarán hasta ella con cautela; al llegar vieron a los dos hombres que no apartaban la mirada de la fachada que no veían.

—Mortífagos, seguro—susurro Ron—¿Creen que saben que estamos aquí?

—Lo dudo —respondió Hermione, que parecía asustada—Si lo supieran, habrían enviado a Snape a capturarnos, ¿no?

—¿Creéis que Snape entró en la casa y la maldición de Moody le ató la lengua? —preguntó Ron.

—Me parece que sí —contestó Hermione—De lo contrario, habría podido decirles a sus cómplices cómo se entra, ¿no opinan lo mismo? Seguro que están vigilando por si aparecemos. Al fin y al cabo, saben que la casa es de Harry.

—Era—Corrigió Rasalas que estaba atrás de la castaña.

Hermione sintió un cosquilleo por el cuerpo al sentir la voz de Rasalas cerca de su cuello; pero recordó algo y se dió vuelta, quedando cerca de la ojigris:

—¿Tu como saliste y entraste estando la maldiciendo en la entrada?

—Por la ventana, y siendo sincera no sabía que había una maldiciendo—Rasalas se encogió de hombros.

—Pero Hermione,¿Cómo saben que Sirius me había dejado la...? —se extrañó Harry.

—El ministerio examina los testamentos de los magos, ¿recuerdas? Por tanto, deben de saber que Sirius te dejó esta casa en herencia.

—Chica, lista-Susurro la ojigris en el oído de Hermione y esta le sonrió.

La presencia de aquellos mortífagos incrementó la atmósfera de amenaza en la casa. Además, el trío de oro no habían tenido noticias de nadie que estuviera fuera de Grimmauld Place desde que vieron el patronus del señor Weasley.

La tensión empezaba a notarse. Ron, inquieto, irritable y al notar que Hermione se mandaba miradas furtivas con Rasalas, mientras las dos leían por su lado, se dedicó al fastidioso ejercicio de jugar con el desiluminador que llevaba en el bolsillo.

Eso enfurecía sobre todo a Hermione, que mataba el tiempo leyendo y estudiando Los Cuentos de Beedle el Bardo y a quien no le hacía ninguna gracia que las luces se apagaran y encendieran continuamente.

—¡¿Quieres parar ya?!—gritó la castaña cuando, por enésima vez, se apagaron las luces del salón.

Rasalas sobre salto por el grito inesperado y provocó que unas cartas que guardaba en su diario, cayeran al suelo.

—¡Perdón! ¡Perdón! —se disculpó Ron, y volvió a encenderlas—¡Lo hago sin darme cuenta!.

—Yo te daré un golpe sin darme cuenta—murmuro Rasalas para ella, mientras recogía las cartas.

—¿Y no se te ocurre nada más útil con que entretenerte?—siguió reprochando Hermione a Ron,

—¿Como qué? ¿Acaso leer cuentos infantiles?

—Dumbledore me legó este libro, Ron...

—Y a mí me legó el desiluminador. ¡Le habría gustado que lo utilizara!—Exclamó Ron y empezó a encender y apagar las luces.

𝐄𝐥 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐃𝐞 𝐑𝐚𝐬𝐚𝐥𝐚𝐬 𝐌. 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤 [#1] (𝐇. 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫) ✓Where stories live. Discover now