La tienda en el bosque

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Rasalas, Harry y Ron terminaron de armar la tienda de lona, bueno, Harry fue el que hizo básicamente todo y la reconoció enseguida, en parte porque olía a gato: era la misma en que habían dormido la noche de la Copa del Mundo de quidditch.

—¿El dueño de esta tienda no era un tal Perkins del ministerio? —preguntó mientras liberaba las piquetas.

—Sí, pero por lo visto ya no la quería, porque tiene lumbago —explicó Hermione mientras trazaba complicados movimientos en forma de ocho con la varita—, y el padre de Ron me dijo que podía quedármela prestada. ¡Erecto! —añadió apuntando a la deforme lona, que con un único y fluido movimiento se alzó en el aire para luego posarse en el suelo, totalmente armada, enfrente de ellos.

—¿Por qué no se nos ocurrió eso antes?—dijo Rasalas al ver cómo una de las piquetas que sostenía en la mano salía volando y se clavaba abruptamente en el extremo de una cuerda tensora.

—¡Cave inimicum! —concluyó Hermione trazando un floreo hacia el cielo—. Bueno, creo que ya no soy capaz de hacer nada más. Al menos, si vienen nos enteraremos, pero no puedo garantizar que todo esto ahuyente a Vol…

—¡No pronuncies su nombre! —la interrumpió Ron con aspereza. Harry, Rasalas y Hermione se miraron—. Perdona —se disculpó —, pero es que… no sé, es como un embrujo o algo así. ¿Les importaría llamarlo Quien-tú-ya-sabes, por favor?

—Dumbledore decía que temer un nombre… —comentó Harry.

—Por si no te habías fijado, colega, a la hora de la verdad a Dumbledore no le sirvió de mucho llamar a Quien-vosotros-sabéis por su nombre —le espetó Ron—. Sólo les pido que… que le muestren un poco de respeto a Quien-tú-ya-sabes.

—¿Has dicho «respeto»? —gruñó Harry, pero Hermione le lanzó una mirada de advertencia: no debía discutir con Ron mientras estuviera algo débil.

Así pues, ambos metieron a Rasalas y a Ron a la tienda, Harry se encargó de Ron y Hermione de Rasalas. El interior era exactamente como Harry lo recordaba: una estancia pequeña, con su retrete y su cocinita. Apartaron unas viejas butacas y con cuidado Harry puso a Ron en la cama inferior de una litera, y Hermione hizo lo mismo con Rasalas en la cama de aún lado. Ese cortísimo desplazamiento hizo que soltará un pequeño jadeo de dolor, una vez sobre el colchón, cerró los ojos.

—¿En serio te encuentras bien?—preguntó Hermione quitando algunos mechones de cabello de su rostro.

—Estoy bien, te lo aseguro. Solo debo descansar un poco.

—Me avisas si sientes algún malestar, ¿vale? —Rasalas asintió sonriendo; abrió los ojos para ver a la castaña y ésta tenía cara preocupada. Rasalas tomó la mano de Hermione y dejó un dulce beso en el dorso para darle tranquilidad. La castaña sonrió—Voy a preparar té, tal vez te alivia un poco el dolor—dijo Hermione con voz dulce.

La chica sacó un hervidor y unas tazas de las profundidades de su bolso y fue a la cocina.

A todos les sentó tan bien aquella taza de té caliente; era como si así quemara un poco el miedo que palpitaba en ellos. A Rasalas le alivio el dolor del abdomen, lo sentía calentito ahora; cabo de un par de minutos se incorporó sentándose e interrumpió el silencio.

—¿Qué habrá sido de los Cattermole?

—Con un poco de suerte, habrán escapado —contestó Hermione asiendo su taza con ambas manos para calentárselas—. Si el señor Cattermole estaba atento, habrá transportado a su esposa mediante Aparición Conjunta y ahora estarán abandonando el país con sus hijos. Al menos eso le aconsejó Harry a ella.

—Ojala lo haya hecho—dijo Ron recostándose en las almohadas—. Por lo que vi como la gente me hablaba mientras lo suplantaba, no me dio la impresión de que Reg Cattermole fuera muy ingenioso.

𝐄𝐥 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐃𝐞 𝐑𝐚𝐬𝐚𝐥𝐚𝐬 𝐌. 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤 [#1] (𝐇. 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫) ✓Where stories live. Discover now