Huida con complicaciones

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—¡Vamos, vamos! —urgió Harry, que conducía a la anonadada mujer hasta la puerta.

Rasalas sacudió su cabeza sacando aquel absurdo pensamiento de los patronus. Le tomo la mano a Hermione para ir hacia la puerta.

—¿Y tú patronus?—pregunto Hermione.

—No... No lo pude convocar—Hermione miró el rostro de la joven que hacía un mueca de tristeza. La castaña le dió un repentino beso en la mejilla a Rasalas.

Rasalas la miro sorprendida y le sonrió, apretaron más su agarre de la manos para seguir su camino.

Cuando los patronus salieron al pasillo, los que esperaban fuera profirieron gritos de asombro. Rasalas  echó un vistazo: los dementores se desplazaron de inmediato hacia ambos lados del pasillo, apartándose de las criaturas plateadas y ocultándose en la oscuridad.

—Hemos decidido que se marchen todos a sus casas; reúnan a sus familias y escóndanse con ellas —aconsejó Harry a los hijos de muggles que esperaban allí; la luz de los patronus los deslumbraba y todavía estaban asustados—. Si pueden, váyanse al extranjero, o aléjense cuanto puedan del ministerio. Esa es la… la nueva política oficial. Y ahora, sigan a los patronus y podrán salir del Atrio.

—¡¿Que esperan?! ¡Corran ya!—exclamó Black al ver que los hijos de muggles seguían ahí—¡Tomen a sus familias y vayanse!.

Consiguieron subir la escalera de piedra sin que los interceptaran, pero cuando se acercaban a los ascensores, a Harry lo acosaron las dudas. Si aparecían en el Atrio con un ciervo plateado y una nutria flotando a su lado, acompañados además de una veintena de personas (la mitad de ellas acusadas de ser hijos de muggles), atraerían una atención que no les interesaba. Acababa de llegar a esa desagradable conclusión cuando el ascensor se detuvo con un traqueteo frente a ellos.

—¡Reg! —gritó la señora Cattermole, y se lanzó a los brazos de Ron—. Runcorn me ha liberado, ha atacado a Umbridge y Yaxley y nos ha ordenado a todos que salgamos del país. Será mejor que le hagamos caso, Reg, en serio. Vamos a casa, cojamos a los niños y… ¿Por qué estás tan mojado?

Rasalas ya no pudo aguantarse la risa, y Hermione le dió un apretón de manos como reproché.

—Es agua —murmuro Ron soltándose de los brazos de la mujer—. Chicos, ya saben que hay intrusos en el ministerio, y he oído no sé qué de un agujero en la puerta del despacho de Umbridge. Calculo que tenemos cinco minutos si…

El patronus de Hermione se esfumó con un «¡paf!» y ella los miró horrorizada.

—¡Si nos quedamos atrapados aquí…!

—Si nos damos prisa no ocurrirá —replicó Rasalas. Y dirigiéndose al grupo de gente que tenían detrás, que miraban boquiabierta y en silencio, inquirió—: ¿Quién tiene una varita? —Cerca de la mitad de los presentes levantaron la mano—. Bien. Los que no tengan varita, que vayan con alguien que sí tenga. Debemos darnos prisa, o nos cerrarán el paso. ¡Vamos!

Lograron meterse en dos ascensores. El patronus de Harry se quedó montando guardia frente a las rejas doradas y, cuando éstas se cerraron, los ascensores iniciaron el ascenso.

—Octava planta, Atrio —dijo la impasible voz femenina.

Harry y Rasalas se miraron y al instante comprendieron que estaban en apuros, porque el Atrio estaba lleno de gente que iba de una chimenea a otra, sellándolas todas.

—¡Rasalas, Harry! —chilló Hermione—. ¿Qué vamos a…?

—¡¡Alto!! —bramó el chico, y la potente voz de Runcorn resonó en toda la estancia; los magos que sellaban las chimeneas se quedaron inmóviles.

𝐄𝐥 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐃𝐞 𝐑𝐚𝐬𝐚𝐥𝐚𝐬 𝐌. 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤 [#1] (𝐇. 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫) ✓Where stories live. Discover now