El último amigo

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—Vulnera sanentur...

Rasalas soltó un suspiro de alivio al terminar de pronunciar el hechizo; Draco ya estaba bien, se sentía orgullosa del chico. Todos tenemos a unas segunda oportunidades, ella la tuvo y guiaría a su sobrino a salir adelante; no lo conocía para nada, solo sabía que era un niño asustado que hacia todo para enorgullecer a su padre. Además era hijo de su prima, eran familia y, lo único que bueno que le enseñaron en su casa fue que: a la familia nunca se le da la espalda.

Los tres pelirrojos los miraban perplejos, una por el acto que había hecho Draco y dos por el hechizo desconocido.

—Se pondrá bien—jadeó Rasalas—. Solo tiene que descansar.

De repente los seis vieron caer un cuerpo por el boquete abierto en la fachada del colegio, por donde entraban las maldiciones que les lanzaban desde los oscuros jardines.

—¡Agachensé! —ordenó Harry bajo una lluvia de maldiciones que se estrellaban contra la pared a sus espaldas.

Ron y él habían agarrado a Hermione y la habían obligado a echarse en el suelo, pero Rasalas estaba con el cuerpo de Draco inconsciente, protegiéndolo de nuevos ataques, y cuando Harry le gritó: «¡Vamos, Rasalas, tenemos que movernos!», la chica se negó.

—¡Rasalas!

—¡No puedo dejarlo solo aquí!

En ese momento Hermione soltó un chillido. Rasalas no tuvo que preguntar por qué: una monstruosa araña del tamaño de un coche pequeño intentaba colarse por el enorme boquete de la pared; un descendiente de Aragog se había unido a la lucha.

Ron y Harry lanzaron a la vez sus hechizos, que colisionaron, y el monstruo salió despedido hacia atrás, agitando las patas de forma repugnante antes de perderse en la oscuridad.

—¡Ha venido con sus amigos! —informó Harry a los demás. Asomado al boquete que las maldiciones habían abierto en el muro, observaba cómo otras arañas gigantes trepaban por la fachada del edificio, liberadas del Bosque Prohibido, donde debían de haber penetrado los mortífagos.

El muchacho les lanzó hechizos aturdidores y provocó la caída de la que venía en cabeza encima de las demás, de modo que todas rodaron edificio abajo y se perdieron de vista. Las maldiciones continuaban pasándole tan cerca de la cabeza que le levantaban el cabello.

—¡Larguémonos ya! —urgió.

Hermione levantó a Rasalas del suelo, la ojigris dejo de soltarse del agarre de su novia cuando vio a Fred y a Percy, los dos se agachaban a coger a Draco.

—¡Nos llevaremos a Malfoy con los demás heridos!—informó Percy.

—¡Nos encargaremos de él!—le aseguró Fred—. ¡Me acaba de salvar la vida, no lo dejaré! ¡Ahora ve con los demás!

Rasalas asintió y Hermione tiró de ella; los cuatro chicos salieron corriendo, ellas adelante de Ron y Harry. Goyle se había esfumado, pero al final del pasillo, repleto de polvo, fragmentos de yeso y piedra y cristales rotos, había un montón de gente; unos avanzaban y otros retrocedían, aunque Rasalas no pudo distinguir si eran amigos o enemigos. Al llegar a un recodo, Hermione la apretó el agarre de sus manos.

—¡Por aquí! —chilló Hermione y los guío para esconderse detrás de un tapiz.

Los cuatro estaban jadeando, Rasalas miro la varita de su mano y sintió rabia por haber soltado su varita y perderla, pero Ron noto su disgusto y Rasalas se sorprendió cuando cuando se le desprendió su varita.

—¡La encontré bajo una montaña de escombros!—informó Ron a gritos por la bulla. Rasalas asintió agradeciéndole con la mirada y la cogió para aguardar la otra.

𝐄𝐥 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐃𝐞 𝐑𝐚𝐬𝐚𝐥𝐚𝐬 𝐌. 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤 [#1] (𝐇. 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫) ✓Место, где живут истории. Откройте их для себя