Un hermoso amanecer

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—Esto ya es personal...

—¡No!

Rasalas despertó de golpe alterada. Sacudió la cabeza quitándose aquel horripilante recuerdo y giró su mirada a la puerta que tocaban.

—Hermione... Rasalas— escucho la voz de Harry llamando y volvió a tocar la puerta.

La ojigris trato de levantarse de la cama, pero algo se lo impidió.

—No te vayas—balbuceo Hermione abrazándola por la cintura.

—Harry llama a la puerta, Leoncita— Hermione dió un pequeño gruñido y la soltó.

Rasalas sonrió viéndola y dejo un beso en su frente para luego levantarse de la cama.

—¿Que quieres, Potter?—soltando un bostezó abrió la puerta

—Tenemos que ir hablar con... 

—Wow...

—Déjà vu...

—¿Que?—Rasalas frunció el entrecejo sin entender el comportamiento extraño de Harry, Ron y Bill. Y recordo que—. Mierda...

Rasalas les dió la espalda y camino hacia el escritorio, buscando con desesperación un par de vendas en los cajones.

—En un momento salimos—Les dijo Hermione a los tres muchachos para luego cerrar la puerta.

Hermione fue donde Rasalas a ayudarle con la venda, que esta se la estaba colocando mal.

—No se por que no a dejado de sangrar— se quejo Rasalas, disgustada, mientras Hermione le ponía la venda en la cabeza, cruzada y cubriendo el ojo.

—Son heridas hechas por un hombre lobo y esas cuestan que...

—Sanen—termino por ella—. Si, lo sé. ¿Tú estás mejor? ¿Como te sientes?

—Me siento mejor y más contigo a mi lado—Rasalas sonrió—. Listo, ¿Vamos?

—¿Hay otra opción?— la ojigris ladeó la cabeza y Hermione negó sonriendo. Rasalas chasqueo la lengua—. Vamos entonces, mi bella dama.

Rasalas cogió la mano de Hermione y ambas salieron del dormitorio para encontrarse con Harry, Bill y Ron en el pasillo.

—¿Cómo se encuentran? — preguntó Harry a la pareja—. Estuvieron increíble. Rasalas, me sorprendiste cuando entraste al salón en la mansión. Y Hermione, no sé cómo fuiste capaz de inventar esa historia con el daño que te estaba haciendo esa bruja…

Hermione compuso una débil sonrisa; Rasalas la rodeó con un brazo, sintiéndose orgullosa de ella, y preguntó:

—Oye ¿Y el pequeño elfo que nos saco de allá? Quisiera agradecerle.

Harry hizo una mueca de tristeza.

—Murió... El puñal de Bellatrix lo alcanzó— Rasalas y Hermione compartieron una mirada de tristeza y la castaña se abrazo a Rasalas.

—Lo siento...

—Si... Bueno, vamos.

—¿Que haremos ahora, Harry?—preguntó Hermione.

—Ya lo verán.

Los cuatro amigos siguieron a Bill por la escalera y llegaron a un pequeño rellano en el que había tres puertas.

—Aquí es —dijo Bill abriendo la puerta de su dormitorio.

La habitación tenía vistas al mar, moteado de dorado a la luz del amanecer. Hermione se sentó en la butaca que había junto al tocador, y Rasalas en el reposabrazo de la misma. Ron se colocó a un lado de Rasalas con brazos cruzados y Harry se acercó a la ventana, se puso de espaldas al espectacular paisaje, al igual que Ron, se cruzó de brazos; sentía punzadas en la cicatriz. Y esperaron.

𝐄𝐥 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐃𝐞 𝐑𝐚𝐬𝐚𝐥𝐚𝐬 𝐌. 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤 [#1] (𝐇. 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora