𝐄𝐥 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐃𝐞 𝐑𝐚𝐬𝐚𝐥𝐚𝐬 𝐌. 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤 [#1] (𝐇. 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫) ✓

Grodric's Hollow

Harry habría partido de buen grado hacia Godric's Hollow al día siguiente, pero Hermione y Rasalas pensaban de otra manera. Como estaban convencida de que Voldemort imaginaba que el chico regresaría al escenario de la muerte de sus padres, no querían emprender el viaje hasta haberse asegurado de que sus disfraces eran infalibles.

Por ese motivo, sólo una semana más tarde el plan accedió a ponerse en marcha, después de haberles arrancado furtivamente varios pelos a unos inocentes muggles que hacían sus compras de Navidad, y haber practicado la Aparición y la Desaparición Conjunta bajo la capa invisible.

Tenían que aparecerse en el pueblo al amparo de la oscuridad, así que a última hora de la tarde tomaron por fin la poción multijugos; Harry se transformó en un muggle de mediana edad, de calva incipiente, Hermione en su menuda esposa, una mujer con aspecto de poquita cosa, y Rasalas... Bueno, ella seguida asegurando que nadie la reconocería pero, para no hacer hablar a Hermione, dejó que ésta le cortara el cabello para disimular un poco, cosa que Rasalas se arrepintió porque se lo dejo disparejo, mas no se quejo.

Se echaron por encima la capa invisible, y unos momentos más tarde volvieron a sumergirse en aquella asfixiante oscuridad. Hermione tambaleó al aparecer y Rasalas la sostuvo por la cintura para que no cayera.

-Gracias-agradeció dejando un corto y tierno beso en su mejilla, haciendo sonreír a Rasalas.

Los tres estaban de pie, en aquel camino nevado bajo un cielo azul oscuro donde las primeras estrellas de la noche titilaban. A ambos lados de la estrecha carretera había casitas con adornos navideños en las ventanas, y un poco más allá el resplandor dorado de las farolas señalaba el centro del pueblo.

-¡Cuánta nieve! -susurró Hermione bajo la capa-. ¿Cómo no lo tuvimos en cuenta? ¡Con todas las precauciones que hemos tomado, ahora vamos a dejar huellas! Tendremos que borrarlas.

-Quitémonos la capa -propuso Rasalas, y al ver que Hermione se asustaba, añadió-: Ustedes no tienes sus físicos y por aquí no hay nadie, leoncita.

-Si, digo lo mismo-dijo Harry.

El muchacho se guardó la capa debajo de la chaqueta y, ya sin trabas, se pusieron en camino y Hermione le cogió la mano a Rasalas; la cara les escocía a causa del frío. Pasaron por delante de otras casitas; en cualquiera de ellas podrían haber vivido James y Lily, o aún residir Bathilda. Rasalas observaba con nostalgia la nieve y los tejados cubiertos de nieve, recordando que esta era su época favorita juntos a sus hermanos.

Luego, el camino por el que iban describió una curva hacia la izquierda y llegaron a la pequeña plaza del pueblo. En medio de la plaza, rodeado de luces de colores ensartadas y parcialmente tapado por un árbol de Navidad sacudido por el viento, se erigía un monumento a los caídos en la guerra. Había varias tiendas, una oficina de correos, un pub y una pequeña iglesia, cuyas vidrieras de colores relucían al otro lado de la plaza.

En las zonas transitadas durante el día, la nieve se había compactado; estaba dura y resbaladiza. Rasalas, Hermione y Harry veían a los habitantes del pueblo, que iban y venían iluminados fugazmente por las farolas; oyeron risas y música pop al abrirse y cerrarse la puerta del pub y, poco después, el cántico de un villancico en la iglesia.

-¡Me parece que es Navidad!-dijo Hermione.

-¿Ah, sí? -dijeron al sonoro los dos azabaches, ya no sabían qué día era; llevaban semanas sin ver un periódico.

-Sí, estoy segura -dijo Hermione mirando la iglesia-. Harry, tus padres deben... deben de estar ahí, ¿no? Mira, detrás de la iglesia está el cementerio.

Harry notó un estremecimiento que superaba la emoción, algo parecido al miedo. Ahora que estaba tan cerca de su objetivo, se preguntó si de verdad quería verlo. Quizá Hermione advirtió cómo se sentía, porque lo cogió de la mano y, por primera vez, tomó la iniciativa y tiró de él para que siguiera andando. Sin embargo, cuando se encontraban hacia la mitad de la plaza, se detuvo en seco.