Un nuevo comienzo

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Rasalas despertó al escuchar como abrían las cortinas de su habitación, soltó un gruñido sintiendo un rayo de sol chocar en su rostro.

—Buenos días, ama—escuchó la voz de Kreacher.

—Buenos días, Kreacher ¿Que hora es?—preguntó con voz mañanera, siguiendo acostada y sin abrir los ojos.

—Las ocho en punto—contestó el elfo—, tal como pidió a Kreacher que la despertara para que pudiera hacer sus asuntos pendientes, ama Rasalas.

—Muy bien, amigo—Rasalas encontró las ganas de incorporarse sobre la cama—, Rasalas te lo agradece—dijo sonriéndole al elfo.

—El desayuno ya está listo también.

—¡Estupendo!—exclamó mientras se estiraba— Vamos a comer entonces—Rasalas pegó un brinco saliendo de la cama, puso sus pantuflas y jaló su típica bata negra—¡El último en bajar es un duende!

Una radiante sonrisa se formó en el rostro de Kreacher al ver cómo Rasalas salía corriendo de la habitación, mientras se colocaba la bata de seda y reía. El pequeño elfo se sintió como nunca al chasquear sus delgados dedos y aparecerse junto a Rasalas, que bajaba las escaleras de la mansión corriendo.

—¡Oh, eso es trampa!—se quejó Black viendo como Kreacher se resbala por el pasamanos de madera de las escaleras.

—¡Kreacher ganó!—festejó.

Rasalas termino de bajar las gradas algo jadeante. Era obvio que el elfo iba a ganar la carrera, pero ya era costumbre hacerlo, desde que estaba Regulus con ellos. Solo recordaban la diversión de los viejos tiempos.

—Ven, vamos a comer. Tú premio será poder repetir el postre cuántas veces quieras.

Le sonrió a Kreacher, quien seguía sonriendo y ambos pasaron al comedor. Rasalas se encontró con una mesa larga, con una variedad de deliciosos platillos en la punta y cinco pequeños elfos que se encontraba sentados a los costados de la mesa.

—Fang, Jack, Emi, Connie, Toto, buenos días, amigos—saludó Rasalas a los elfos, mientras tomaba asiento en la esquina de la mesa.

—Buenos días, joven Rasalas—dijeron todos a la vez sonriendo.

La pequeña familia empezó a comer al instante. La chica no entendía porque antes su madre le prohibía comer juntos los elfos ¡Eran divertidos! Reía cada vez que comía junto a ellos.

Después de momentos oscuros la vida de Rasalas había cambiado drásticamente, se había quedado sin su familia, si, pero ahora se sentía libre haciendo cualquier cosa, cosas que nunca imaginó que haría. Enamorarse de una nacida de muggles sería un gran ejemplo.

Habían pasado tres meses desde el regreso de Australia con la familia Granger, su relación con Hermione seguía de maravilla, habían tenido unos desacuerdos como cualquier pareja, pero eran por bobadas y la reconciliaciones eran las mejores... Si, sin duda lo eran.

Hoy estaban a una semana de que fuera 1 de septiembre y entrarán a Hogwarts. Durante todo este tiempo Black a organizado un par de asuntos de su familia, cómo pagos que no se habían realizado durante todos estos años de abandono, reparar la casa del número 12 de Grimmauld place y, lo más importante, regresarles su herencia a sus primas.

Después de todo, si se había convertido en la cabeza de la familia y su apellido volvió a ser respetado por muchos magos y brujas. Los Black's siempre habían tenido influencia en el Ministerio y Rasalas se llevó la sorpresa que ella aún podía hacerlo; eso le sirvió para los trámites de herencia y, sobre todo, ayudar a su querida prima con su divorcio y asegurarse a que Lucius se pudriera en Azkaban.

𝐄𝐥 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐃𝐞 𝐑𝐚𝐬𝐚𝐥𝐚𝐬 𝐌. 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤 [#1] (𝐇. 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora