XXXI

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La ciudad Renacimiento había caído en sus propias cenizas de nuevo. Creció como una llama después de extinguirse y solo fue una leve ilusión. El dueño había caído con el último edificio. Los Aurum y Ferrum dormidos en su propia marea mental, habían despertado y con todo el ruido del mundo. Los edificios que algún día habían decorado las calles con sus futuristas luces y esperanza reflejada, habían tocado el suelo y una nube de humo se había extendido en el cielo, volviéndolo todo grisáceo y oscuro. Los gritos llenaron las calles, las grietas cruzaban de una esquina a la otra y la presencia de poderes bajó la mirada de la Ira, era la muestra de venganza más cruel que pudieron crear las tres razas.

El fuego se extendía como acompañante fiel a ese plato frío. Los gritos de la gente con los brazos en alto eran una catástrofe humana peor que cualquier otra. Jeongin se giró hacía el edificio con pánico en su mirada, no existía el miedo alrededor, se habían visto obligados a convertirse en monstruos cuando fue necesario. Una tos se escuchó detrás suyo, había pasado alrededor de dos minutos en sus propios pensamientos, olvidando por completo la escena que tenía por detrás.

Se dio la vuelta, golpeando su rostro con su cabello y formando una sonrisa que hacía días no se dibujaba en sus labios. Hyunjin estaba en el suelo sosteniéndose a sí mismo con los antebrazos y mirando al menor con la cabeza ladeada y una sonrisa cansada. Jeongin soltó un sollozo involuntario, acercándose al mayor sin pensarlo dos veces y rodeando su cuello con sus brazos. Las lágrimas salieron en compañía del sentimiento que creció en el ambiente. Hyunjin acercó su lastimada mano hasta el cabello del menor y acarició suavemente la zona, cerrando los ojos en el abrazo apretado y sintiendo que todas las piezas que faltaban por encajar, ahora estaban en su lugar.

—Te dije que te encontraría en la oscuridad al cerrar los ojos —susurró el mayor, apretando aún más fuerte el cuerpo del menor, como si tuviera miedo de dejarlo ir de nuevo—. No sabes la cantidad de noches que visité con tal de volver a sentir tu piel y tu olor. No te haces una sola idea de lo que te extrañé, niño psiquis.

Jeongin aumentó el llanto, creyendo que los recuerdos en su mente cobraban vida y color. Creyendo que estaba soñando de nuevo y que en unos segundos despertaría en el búnker, aferrado a un deseo y decepcionado en la realidad. Pero eso no ocurrió está vez, Hyunjin estaba ahí con él. Se alejó para mirarlo a la cara y revivir sus facciones. Lo miró con dulzura, acariciando sus mejillas y dejando que la mirada ilusionada del pelinegro se clavara en él por completo. Se sentía de nuevo en casa.

—Estas con vida —susurró, casi tratando de convencer a su mente de que no era una ilusión—. Estás conmigo otra vez. Gracias por cumplir tu promesa. Gracias por no hundirte en el abismo y por volver conmigo.

Hyunjin sonrió, tragando duro por el sentimiento de paz que creció en su pecho. Había pasado noches enteras encerrado bajo una manta en su propia cabeza y buscando en cada línea mental el sonido de la voz del menor. Alguna señal, algún silbido, alguna luz.

—Es gracias a ti, porque si estuve a punto de caer, tu rostro siempre venía a mí para levantarme ala fuerza y decirme que si bien este mundo es una tortura y espantosamente injusto, estás tú aquí arriba y nada puede llevarme lejos de ti.

Jeongin no dejó que el tiempo volviera a correr y ellos no pudieran revivir el sentimiento de desespero por sentir al otro por completo; tomó sus mejillas con firmeza y unió sus labios en un beso en plena guerra. De esos que se recuerdan cada vez que apoyas tu rostro en una almohada y que se reviven al estar a punto de quebrarse en la batalla. Hyunjin deslizó su mano hasta el cuello del contrario, dejando que sus lágrimas caigan por sus mejillas sin piedad hasta el suelo cargado de derrotas.

El corazón de ambos se unió de nuevo, las dos almas perfectamente encajadas por el destino. El reencuentro de sus mentes.

Se separaron uniendo sus frentes y notando como el llanto había cesado, pero la sonrisa se mantenía intacta. Una luz creció en las yemas de los dedos de Jeongin, mientras que una sombra arrasante se extendía por los brillantes ojos del mayor. Ya no tenían miedo de ese poder, no cuando era la razón de su unión.

In My Veins - [Hyunin] [2] [✓]Where stories live. Discover now