Capítulo 42

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—¡Vamos Mía, así, mueve ese increíble trasero que tienes! —la música era ensordecedora pero aun así nos estábamos apañando desde que habíamos llegado para entendernos entre los tres.

Finalmente, había decidido aceptar la invitación a salir que Ethan venía haciéndome desde que lo conocí. Maite, tan impresionada como él, había querido unirse. Nos juntamos todos a tomar unas copas y luego terminamos en una discoteca en el centro de la ciudad.

Ethan era el amo y señor de la fiesta y con Maite nos la estábamos pasando de maravilla a su lado. Llevábamos bailando más de cuatro horas. Para ser sincera, no tenía ni idea de la hora que era. En lo único que estaba puesta mi atención era en beber, bailar y reírme con mis amigos para olvidarme de toda la mierda por la que había pasado.

Maite me tomó por las caderas y comenzó a bailar conmigo de manera sexy. Jamás me había sentido tan sensual y divertida. Ethan hizo una pequeña ronda alrededor de nosotras y varias personas nos miraban y aplaudían, alentándonos a que siguiéramos. En un momento nuestras miradas se encontraron y no pude evitar que me agarrara un ataque de risa.

—¡Pero qué cara de guarra pones! —había dicho Maite mientras se unía a mis risas.

Joder, qué borrachas estábamos.

Después de aquel numerito Ethan se perdió en el lugar por un momento y a Maite y a mí nos sobraron las invitaciones a bailar.

Bailé con un moreno enorme que se movía muy bien. Era muy guapo, sin embargo, no sabía si era que ambos estábamos borrachos o qué, pero no era muy bueno besando. Luego me puse a bailar con un tal Peter, le sudaban mucho las manos y no paraba de hablar de él. Definitivamente, no era mi tipo. Otro ataque de risa me dio cuando vi a Maite arrojarle la bebida en la cara a un tipo.

—Perdón, Pet. Tengo que ir a rescatar a una amiga —dije mientras me soltaba de su agarre—. Ah, y lávate las manos.

Lo dejé medio confundido y cuando llegué a Maite le pregunté entre risas qué había pasado.

—Este idiota ha pensado que porque acepté bailar con él tenía el derecho de tocarme el trasero.

Miré al tipo. Era alto, tendría más de 20 años. El sudor le corría al rededor del rostro, aunque ahora que Maite le había arrojado un trago tenía una mezcla de ambas cosas. La camisa que llevaba puesta también se había mojado un poco. Se lo veía entre cabreado y divertido por lo que acababa de soltar mi amiga.

—Oye lindura, si no quieres que te toquen el trasero, estás en el lugar equivocado —exclamó con una sonrisita de medio lado que me hizo querer darle un puñetazo. Estaba harta de estos tipos cavernícolas que se creían que por haber nacido hombres el mundo les pertenecía. Fue como si el pedo que llevaba encima se me hubiera evaporado a causa de la rabia que sentí en ese momento. Me paré bien enfrente de él.

—Hemos venido a bailar, troglodita. Si alguna mujer quiere que le toquen el trasero, te lo hará saber. Ahora lárgate.

—¿Y tú qué te metes? Tu amiguita debería estar agradecida de que me haya fijado en ella.

Aquel comentario le borró la sonrisa de la cara a Maite, el muy desgraciado había dado justo en el clavo, con los problemas de autoestima que se traía mi amiga... Sentí como la ira me recorrió el cuerpo. Cuando quise darme cuenta de lo que hacía ya le había clavado el tacón en las pelotas.

Mientras se agachaba por el dolor y profería una perorata de groserías dirigidas a mí y a todos mis familiares, tomé la mano de Maite y empezamos a correr. Necesitaba tomar un poco de aire.

Nos quedamos en la puerta de la salida y la bocanada de aire frío me hizo muy bien.

—No sé si podremos volver ahí adentro, lo has despelotado, Mía.

Escandalosa tentaciónWhere stories live. Discover now