Capítulo 32

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Llevaba minutos viendo la pantalla de mi celular sin saber si borrar o no la captura de pantalla que le había hecho a la receta de una tarta de chocolate que había sacado de Instagram. A pesar de que estaba peleada con Bryan había recordado su cumpleaños y el comentario que una vez había hecho Jose sobre la fascinación que tenía él por los pasteles de chocolate. Sí, mientras él había estado ocupando su tiempo en ignorarme yo había estado buscando ideas para hacerle una tarta.

Finalmente, había desistido ¿qué sentido tenía seguir detrás de alguien que ya no me quería en su vida? Sin embargo, había regresado de su corto viaje y había venido a buscarme. Sinceramente, no lo entendía. No sabía qué pensar. Me había dolido que me ignorara y no quería que pensara que podía hacer conmigo lo que se le viniera en gana. Para colmo de males, Coni me había invitado a quedarme en su casa unos días. Aún no sabía cómo iba a decirle que no. Me encantaba estar con ella, pero era suficiente con tener que ver a Bryan en la oficina como para encima, tener que hacerlo después del trabajo.

Desde el día anterior, en el que le había pedido que me dejase sola para pensar, que no me había vuelto a buscar, y en verdad lo agradecía.

Decidí escribirle un mensaje rápido a mi amiga para decirle que no podría ir a quedarme a dormir con ella, pero que podíamos hacer videollamadas si así lo quería. Tuve que inventarle que mi madre me necesitaba en casa para ayudarla con unos quehaceres antes de que empezara la universidad y ya no tuviese tiempo para esas cosas. Dejé el celular a un lado y continué trabajando, pero el móvil comenzó a sonar. Me debatí entre contestar o no, y pese a lo mucho que la quería decidí ignorar la llamada.

Lejos de darse por vencida, Coni continuó llamando, por lo que tuve que poner el móvil en modo avión para poder seguir trabajando sin escuchar el maldito tono.

Continué con mis labores hasta que el hambre me hizo poner atención en la hora. Eran las 13:45 pm. No me había llevado nada para poder comer, así que esta vez tocaría ir por el menú vegetariano que ofrecía el pequeño puesto cerca de la plaza.

Salí sin avisarle a Maurice, ya que no estaba. Me compré el almuerzo y caminé un rato por la plaza tirándole a las palomas las migas que habían quedado de mi sándwich.

No podía evitar sentirme triste. Echaba muchísimo de menos a Bryan, hacía días que no sentía sus labios sobre los míos, que no podía respirar su perfume directamente desde su cuello, que no podía abrazarlo. No entendía cómo había llegado a esta instancia, pero ya no había nada que hacer. Decidí regresar al trabajo, prefería estar ocupada porque cuando no lo estaba, mi cabeza le daba vueltas a lo mismo todo el tiempo.

Cuando entré a mi oficina me puse a contestar los mails que habían llegado. La mayoría correspondía a facturas de las empresas de materiales con las que trabajábamos.

Estaba imprimiéndolas todas cuando el ruido de la puerta al abrirse me hizo desviar la cabeza de la impresora. Creí que me iba a encontrar con Maurice, pero quién había entrado era el dueño de mis pensamientos.

—Hola Mía —dijo mientras se aproximaba. Llevaba puesta una camisa color verde militar y unos pantalones de jean oscuros que le quedaban pintados, maldije reconocerlo, pero estaba guapísimo. Su perfume penetró mis fosas nasales y mi estómago, automáticamente, se contrajo.

—Hola Bryan —respondí, tratando de que no se me notara que su presencia me había alterado.—¿Maurice ha venido contigo? Es que necesito hablar con él.

Y no era mentira, necesitaba que me dijera qué hacer con unos presupuestos que me había encargado pedir.

—No, no ha venido conmigo, pero de seguro no tarda en llegar. Necesito hablar contigo, ¿puedes darme un minuto?

Escandalosa tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora