Capítulo cinco: Ya no hay grietas, todo está roto

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Ya no hay grietas, todo está roto.

De las cicatrices, del dolor y del trauma viene el oxígeno. Creo que parte de nuestra belleza es la cicatriz.

Guillermo del Toro

ROSE

La muerte de Dove está latente en mi cabeza y en el salón está impregnado del dulce olor del incienso de canela, el cual era su favorito. Miro las fotografías suyas en los pequeños marcos de colores rosados que están acomodadas por todo el salón. Las mandé a colocar hace algunos días. En todas, Dove sonríe y no puedo evitar pensar que me gustaría ver su sonrisa ahora, que me gustaría abrazarla, molestarla y estar con ella.

La partida de mi hermana me pesa como si fuera ayer y mi propio llanto late en mis oídos todavía. La imagen de esa perra con una sonrisa burlona frente al ataúd me eriza la piel. La imagen de ellos acompañándola y estando de su lado a pesar de todo lo que hicimos es como jugo de limón puro cayendo sobre una herida profunda y al rojo vivo en mi piel.

El hecho de que no pueda levantarme si no es con ayuda de un bastón, empeora absolutamente todo. Los ojos me arden mientras intento mantenerme tan recta que la espalda me duele. Mis manos tiemblan cuando intento colocarla en mi muslo.

«En esto ellos me han convertido».

Me muevo un poco sobre la silla, removiéndome incómoda cuando recuerdo todo lo que ha pasado. Mis acciones y sus consecuencias me persiguen. El deseo de irme con Dove, lo siento latente dentro de mí, pero las ganas de acabar con ellos, me consumen.

Levanto la mandíbula mirando el celular. Ni siquiera me sorprendo cuando la pantalla se enciende y con todas mis fuerzas lo tomo, sintiendo el pequeño aparato como si fuera un elefante de mil kilos.

Contesto la llamada antes de llevarme el celular a la oreja, donde lo presiono un poco. Me duele moverme, me duele cada parte de mi cuerpo y de mi alma. Miro una de las fotografías de mi hermana cuando escucho la voz que resuena del otro lado de la línea telefónica.

—Ni siquiera dejaste que sonara otro tono. — soltó en tono recriminatorio, de inmediato.

Forcé una sonrisa.

—Sabía que ibas a llamar. — musito sintiendo la garganta seca antes de añadir: — Siempre eres puntual.

—¿Estabas desesperada por mi llamada?

—No caeré en tus juegos.

—No son juegos, Rose. Cálmate — la burla en su voz es clara. No respondo porque quiero que deje de rodeos y él se queda callado. Creo que analiza mi mente, aunque eso es técnicamente imposible porque estamos demasiado lejos.

Él suspira antes de soltar:

—¿Qué pensaste de mi propuesta?

Ni siquiera respiro cuando digo:

—Sí.

—¿Vas a contar absolutamente todo?

—Sí, me encargaré de llevarlos a la ruina.

—¿Sabes todos los finales posibles que tienes a partir de ahora?

—¿Hablas sobre el hecho de que puedo morir? — inquiero con ironía: — Ya estoy muerta en vida, créeme que morir a mano de ellos no haría ninguna diferencia.

—Ellos te darían una de las muertes más dolorosas si se enteran de todo lo que piensas hacer y...— lo interrumpo:

—¿Tienes miedo? — inquiero.

—¿De qué?

—De morir también.

—No, solamente quiero destruirlos. 

Una sonrisa se forma en mis labios.

—Entonces tú y yo tenemos algo en común. — no puedo evitar decir.

—Vamos a convertirnos en ratas con esto.

—Ellos siempre han considerado que soy una rata, no supongo que ahora eso haga alguna diferencia.

Suelta una carcajada que me hace sonreír a mí también.

—¿Entonces tenemos un trato, Rose?

Miro el retrato de mi hermana, esa que siempre quiso ser otra persona para estar a la altura de ellos. Dove sacrificó tantas cosas, convirtió su propia vida en un infierno con tal de poder estar con ellos y todo su sacrificio se fue al carajo cuando una estúpida recién llegada arruinó todo. 

Dove dijo que ella era peligrosa, antes de que todo sucediera, pero la palabra peligrosa se queda muy pequeña para la clase de monstruo que esa mujer de ojos azules es. Mi hermana estaría aquí junto a mí si no fuera por ella.

Miro mis piernas vendadas y mis manos adoloridas, mis piernas llenas de moretones y el molesto collarín que me causa escalofríos. Todo esto y más es producto a ella, todo esto es gracias a su destrucción.

Ella es una plaga y debo eliminarla.

—¿Vas a matar a los Fairchild y a Lucy? — inquiero sintiendo la garganta arderme.

—Voy a eliminarlos a todos. — asegura y lo único que pienso es en el hecho de que me convertiré en eso que siempre dicen que soy, solamente que ellos ni se imaginan todo lo que sé y todo lo haré para destruirlos.

Los Secretos de La Élite® [Bloody#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora