Los Secretos de La Élite® [Bloody#2]

Cuenta la leyenda

—¿Sabes lo que cuenta la leyenda de ella?

—No, no sé de qué me hablas.

—¿Cómo no vas a saber? Todos hablan de ellos, de lo que pasó. De lo que hicieron.

—¿En serio crees que un ser humano es capaz de hacer algo tan atroz y tener tanta maldad encima? — Rodó los ojos y soltó un bufido— Es evidente que les han estado mintiendo a todos, solamente nos quieren infundir miedo para mantenernos controlados después de todo, eso es lo que hace la gente de la élite cuando las mentiras se le vienen abajo...

—El hombre capaz de hacer daño y causar el mal, en eso no hay ninguna mentira ni ningún intento de manipulación.

—¿Pero cómo alguien es capaz de causar tanto daño como dicen que hicieron ellos? Es absurdo.

—Ella es la única que puede superarlos. Ella es la única que puede ser peor de lo que son ellos.

—¿Cómo alguien podría disfrutar lastimar a otros?

—La leyenda puede responderte eso.

—¿De qué leyenda me hablas?

—La leyenda de ella, la leyenda de Lucy.

—A ver, quiero ver de qué me hablas.

—Mira, lee con tus mismos ojos para que veas que no te estoy mintiendo y para que por fin entiendas que sí existen los monstruos de carne y hueso, y que esos monstruos, superan miles de veces a los que nos pintan en la ficción. Por eso, debemos tenerle miedo a los vivos, no a los muertos.

Cuenta la leyenda que cuando la tierra estaba en la oscuridad, era siempre de noche. Los más poderosos, que vivían en el cielo, se reunieron para crear el Sol y así nació la luz. Se creó el Bien, se creó el Mal y todo era perfecto y estaba en armonía. La Diosa era quien gobernaba el mundo, ella era delicada, elegante, de piel muy pálida, con cabello exuberante, largo y negro como la noche. Sus ojos azules reflejaban el cielo, su tez pálida las nubes. Todos la adoraban, todos vivían felices con la Diosa. Nada se salía de control, todo estaba perfecto hasta una noche donde su hijo la traicionó y la desterró de su propio reino. La Diosa no podía creer lo que le había sucedido y se llenó de rabia, toda la pureza que había dentro de ella se esfumó y poco a poco, fue creando un paraíso perdido. Comenzó a darse cuenta de que había vivido engañada por mucho tiempo y dejó salir lo que tenía en el pecho. Muchos dicen que es el diablo, algunos le llaman Satanás y prefieren creer las mentiras que dijo su propio hijo. Le cambiaron el sexo porque la soberbia de los hombres no permite creer que una mujer fue quien los creo. Ella comenzó a hacer desastres, tanto en la tierra como en el cielo.

Ella tuvo una pequeña hija e hizo la promesa de que iba a reencarnar en ella. Nos llaman la Santa Muerte y el Anticristo, porque somos las hijas del diablo, de la Diosa que fue desterrada de su propio reino y que dejó salir todos sus demonios.

Mensajeras de la muerte, el grito de la destrucción, el gen terrorífico y macabro viene en nuestra sangre y es por eso que está en nuestra naturaleza hacer lo que hacemos. No sentimos remordimiento al hacer daño y siempre queremos sentir la sangre de otros escurriendo en nuestras manos. Se dice que cada vida que tomas es una ofrenda a nuestra diosa, por eso yo estoy dispuesta a acabar con el jodido mundo con tal de acabar con mi sed de sangre y vestir un vestido negro en honor a todas las personas que mataré.

Porque, siempre hay que recordar, que la muerte no es un espectro, la muerte son mujeres de ojos azules, piel pálida y perfecta como la porcelana, cabello negro y aura angelical.

La muerte soy yo y estoy segura de que nadie nunca estará listo para lidiar con lo que eso significa, con la destrucción que traigo siempre detrás de mí.

—¿De dónde sacaste eso? Es terrorífico y turbio todo ese asunto de la leyenda...— hizo una mueca de desagrado: — Se me erizó la piel y me dieron náuseas.

—Todos en el pueblo lo saben, todos saben lo que es ella y lo que tarde o temprano terminará causándonos, pero no quieres abrir los ojos, no quieres ver que frente a nosotros hay algo que ningún mortal podrá detener a menos que un monstruo de su misma sangre lo intente.