Capítulo dos: Después del desastre viene más desastre

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Después del desastre viene más desastre 

Un proverbio dice: 

 «El que ha nacido para ser ahorcado nunca será ahogado». 

LUCY

Escucho sus pasos a lo lejos, veo cómo una sonrisa se dibuja en su rostro cuando giro el mío. No debería aterrarme, pero un escalofrío me recorre el cuerpo cuando veo el negro en sus ojos e intento moverme, intento correr, quiero gritar, pero no puedo, hay una advertencia, alguien diciendo que no puedo hablar, que no puedo hacer nada para defenderme de lo que van a hacerme.

El vacío en mi estómago se hace más grande, el nudo en mi garganta más fuerte y solo puedo cerrar los ojos cuando siento las gotas de sangre caer por mis mejillas. El costado de mi cabeza arde y cuando entreabro los labios, unos brazos toman mis codos queriendo pegarme a su cuerpo, mi vista es borrosa, se va oscureciendo y...

«Eso es, Lucia. Cada vez lo haces mejor, estoy orgulloso de ti y de lo que he creado».

Abro los ojos y veo el cadáver, luego miro mis manos y mis ojos vuelven a cerrarse mientras siento su respiración en mi cuello.

Yo solo quiero decirle que no quiero ser lo que él creó, pero la lengua se me duerme y me sumerjo en un poso de oscuridad antes de que pueda ni siquiera pensar en algo más.


Abro los ojos y veo el techo de una habitación blanca mientras tomo una profunda respiración y luego toso ahogada en mi propia saliva. Me incorporo y ni siquiera me molesto en intentar entender el sueño o pesadilla, porque antes de que pueda reaccionar, la puerta se abre.

—¿Quieres algo? Te quedaste dormida unos minutos. — La voz de Cristian me hace concentrar mi atención en él. — ¿Quieres comida? — Pregunta y frunce los labios mirando lo que tiene contra mi pecho — ¿Te gusta la ropa o quieres que pida otra? Es todo lo que pude encontrar aquí, creo que te quedará enorme porque es de Consus, pero...

—Así está bien. — contesto y asiente sin decir nada más, solamente suspira, acercándose, extendiéndome la muda de ropa cuando llega hasta mí, nuestros dedos se rozan y siento un escalofrío cuando lo miro a los ojos, pero el teléfono celular le vibra, haciendo que se haga a un lado y camine hasta la puerta, frunciendo el ceño al ver el nombre que alumbra la pantalla y antes de que pueda moverme, él sale de la habitación sin mirarme, cerrando la puerta detrás de él.

Me levanto sintiendo una punzada en el abdomen, pero lo ignoro y cuando me coloco frente al espejo, no me gusta el reflejo que da el vidrio. No me gusta cómo me veo, ni el color que hay en mi piel, así que camino hacia el baño de dónde sale una mujer con la cabeza gacha que se coloca rígida al ver que estoy mirándola.

Ni siquiera me molesto en preguntar qué hace aquí, ni cuándo entró, porque ella se apresura a decir:

—El baño está ya listo. El señor Cristian me mandó a preparárselo.

Fijo mis ojos en ella y qué suelto aire por la boca sintiendo el tic tac imaginario en mis oídos mientras voy quitándome el disfraz que cae al suelo, a la vez que ella se apresura a salir de la habitación cerrando la puerta con seguro.

Doy un paso al frente, terminándome de quitar el enterizo y un escalofrío me recorre cuando siento una punzada que no tarda en repetirse otra vez y llevo mis ojos a mi abdomen bajo dónde puedo ver la herida que no deja de sangrar goteando el suelo.

Los Secretos de La Élite® [Bloody#2]Where stories live. Discover now