Extra de la infancia de Caebrán

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La muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el tema más poético del mundo.

Edgar Allan Poe


Caebrán

INFANCIA DE CAEBRÁN.

Narrador Omnisciente

Un veintiuno de marzo, en una tarde lluviosa, llena de relámpagos y tempestades, llegó al mundo Caebrán Fairchild.

Era una contradicción andante. Era atractivo desde pequeño, elocuente y malicioso. Desprendía un carácter autoritario desde que abrió los ojos por primera vez, desde que su corazón comenzó a latir y desde que ganó la carrera de los jodidos espermatozoides y fue él quién fecundó el óvulo de su madre.

Tenía tatuajes por todo su cuerpo, exactamente y para ser precisos, un largo camino de tatuajes que se iniciaba en su muñeca y se perdía en su ascenso, por el resto del brazo, llegaba a su cuello, a sus hombros, parte de su espalda y pechos. También era amante a las perforaciones y en el fondo, aunque era el prototipo típico de las películas adolescentes de chicos malos que te rompen el corazón, había una parte de él que pocos conocían: esa que admitía que le gustaba el arte, le gustaban las películas románticas, que cuando quería a las personas, se entregaba completamente... pero por supuesto, de la manera retorcida en la que estaba acostumbrado, en la que su familia lo había moldeado y finalmente convertido.

Caebrán se dejaba llevar por su corazón, era sentimental y un mundo completamente distinto a lo que parecía que era. Si lo conocías con precisión, te darías cuenta de ello.

Tenía sus lados buenos, pero como todos en su familia, los lados malos eran los más abundantes: se estresaba con facilidad, le gustaba romper cosas, tenía que tener las cosas bajo control, disfrutaba mancharse las manos y no le molestaba pasar por encima de las personas para lograr lo que quisiera.

Él era... malo, pero no tan malo cuando conocías sus otras partes, pero casi nadie llegaba a esa envoltura. Era muy... difícil conseguir llegar hasta ese nivel, porque Caebrán lo mantenía muy oculto, bajo llave, en el fondo de su mismísimo atractivo y maquiavélico ser.

«Poder» siempre ha sido la palabra perfecta para describirlo, porque era una de las cosas que le caracterizaba, aunque también podía ser «lealtad», porque Caebrán era muy leal, era por eso que de todos sus hermanos, era el que más tardaba en perdonar alguna falta.

También pensaba demasiado, aunque no pareciera. Le gustaba todo referente al arte, sin importar si era escribir hasta pintar, le gustaba y era muy bueno con sus manos y los dedos. También era el más sádico, podía descuartizar y despellejar solamente por diversión, a él no le molestaba lo que corría por su sangre, ya que siempre supo manejarlo y nunca fue un problema para él.

Cuando Caebrán tenía cinco años, se llenó las manos de sangre por primera vez. Seis cuando fue con su padre a las mazmorras, ocho cuando le echó veneno para ratas a la comida de uno de sus compañeros por hablar demasiado alto en clases y a los diez se obsesionó con la tinta sobre la piel, la consideraba arte, pero no fue hasta los catorce que ya tenía su primer tatuaje. 

Siempre fue pasional, comprometido con las cosas que quería y cruel. Era tan cruel y despiadado con las cosas que no le importaban, era extremista. El chico por las que todas se morían, porque era tan atractivo que era imposible no mirarlo y él lo sabía.

Quizás eso solamente resaltaba más su físico, porque él estaba consciente de su potencial y era, por lo mismo, que las niñas desde muy pequeñas buscaban llamar su atención. Le regalaban cartas, se hacían los peinados más bonitos y casi se desmayaban cuando él las miraba, aunque en su cabeza, Caebrán, se estaba burlando de ellas.

Bueno, Caebrán parecía salido de una película. Estaba buenísimo. ¿Qué buenísimo? La palabra lo explicaba poco y era insignificante tomando en cuenta lo que él era. El cabello negro, la piel pálida, los ojos cafés, el cabello marrón que siempre estaba desordenado de un lado a otro, los tatuajes, esa sonrisa diabólica, su altura, su cuerpo, su vestimenta de siempre, su acento y su intelecto realmente alto le daban puntos extra.

Era un Fairchild en todos los sentidos y era imposible no mirarlo... imposible no enamorarse de él, así como Dove Bush lo hizo.

Dove Bush fue la primera chica en casi acercarse completamente a Caebrán. Lo de ellos empezó cuando eran jóvenes, Caebrán tenía en su cabeza que no la dejaría entrar jamás, porque ella venía de unas ratas, pero... fue agradable hasta que se obsesionó.

A Caebrán realmente no le importaba la intensidad de Dove, ni sus ataques psicóticos, ni sus celos enfermizos, lo que si le importaba era que no podía confiar en ella, y eso era lo más importante para Caebrán.

Por eso mismo, no podían tener nada, además que Dove no era lo suficiente para él, no era lo que buscaba en una mujer, no era lo que le atraía realmente, porque Caebrán tenía una lista de las cosas que le gustarían en una mujer.

1. Que fuera sexy. (no tenía una descripción física ni se refería a un tipo de cuerpo en específico, pero quería a alguien que tuviera confianza en sí misma, en su atractivo)

2. Que fuera confiable. (ERA UNA DE LAS MÁS IMPORTANTES)

3. Que lo entendiera (Esa era importante).

4. Que fuera diferente al resto. (No quería un clon ni alguien superficial)

5. Que entendiera su secreto. (ERA DE SUMA IMPORTANCIA PORQUE NUNCA OCULTARÍA SU NATURALEZA)

6. Que fuera divertida (Era una necesidad)

7. Que fuera muchísimo peor que él. (Eso le atraía y le excitaba en niveles gigantes)

Dove lastimosamente nunca lleno todas sus expectativas, pero... Lucy sí. Y eso era lo que había hecho que Caebrán, fuera el primero en caer por la pelinegra de ojos azules, de los cinco.

Y él lo sabía.

Sabía que estaba perdido, pero francamente, no le molestaba.

Los Secretos de La Élite® [Bloody#2]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt