El enfermo de los Marmolejo Tapia

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Corría el mes de abril de 1987, la primavera de ese año apenas daba sus primeros pasos cuando una joven pareja de granjeros, cuyas tierras se encontraban al norte de la ciudad de “El Calvario”, traía a este mundo a su tercer hijo, el cual recibía ...

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Corría el mes de abril de 1987, la primavera de ese año apenas daba sus primeros pasos cuando una joven pareja de granjeros, cuyas tierras se encontraban al norte de la ciudad de “El Calvario”, traía a este mundo a su tercer hijo, el cual recibía el nombre de Frank. A diferencia de sus hermanos mayores, Dante y Cayetano, de 3 y 4 años respectivamente, Frank no había corrido con la suerte de nacer en un hospital, dada su repentina llegada y la precariedad económica que por aquellos años pasaban sus padres, eso sumado a que se había adelantado un mes en nacer.

Aquella cálida noche, entre gritos y lágrimas, en la precariedad de la casa que compartía junto a Jacinto Marmolejo, y con la escasa ayuda proporcionada por éste, Adela Tapia, en ese entonces de 28 años, traía a este mundo a su tercer hijo, interrumpiendo el perpetuo silencio no solo con sus desgarradores gritos, sino también con los llantos de la criatura recién nacida.

Pero no solo aquello diferenciaría al pequeño de sus hermanos, sino también el hecho de que su madre jamás asistió a un control médico que registrara los avances en su embarazo, y mucho menos que monitoreara el estado del feto en su vientre. Llegó a este mundo siendo un perfecto desconocido.

La sequía que azotaba por aquellos años no daba tregua alguna, y muchos granjeros se habían visto obligados a vender o abandonar sus terrenos en busca de nuevos y mejores horizontes, sin embargo, los “Marmolejo Tapia” no dejarían sus tierras así como así. Con esfuerzo, dedicación y mucha suerte por sobre todo, sacaban adelante sus cosechas y animales.

Pero el triste final de sus tierras ya estaba escrito, lo que desencadenó en que Jacinto Marmolejo, se volviera en un mal viviente y bebedor, cambiando de manera drástica ante los ojos de su familia y dejándose consumir por el alcohol y los estragos que la sequía conseguía con todas las tierras en general.

Por esta razón, ante la noticia del inesperado embarazo de la mujer, éste decidió no malgastar los pocos pesos que día a día llegaban a sus bolsillos, considerando innecesario aquel gasto tanto en transporte como en médicos para que la mujer llevara de forma adecuada el crecimiento de aquel feto en su vientre. Sin embargo para él, lo importante era tener el dinero necesario para solventar sus excesos de alcohol.

Jamás hubo registro alguno sobre la existencia del infante, y para evitar algún tipo de problemas, la madre había sido obligada por el hombre a ocultar su embarazo durante todo el tiempo en que éste duró, hecho que casi le costó la vida la noche en que dio a luz a la criatura.

Los años venideros iban de mal en peor, no obstante, Jacinto se negaba a vender y abandonar sus tierras, a pesar de recibir ofertas por ellas, siendo Sebastián Creta uno de los que más presión ejercía por adueñarse de la precaria granja que éste poseía. En el fondo sabía que tarde o temprano los días de gloria regresarían, que la tan esquiva y anhelada lluvia volvería a hacerse presente y sería nuevamente lo que un día fue, una tierra fértil a la cual poder explotar.

Pero en realidad se mentía a sí mismo y a la familia que a cuestas llevaba. Sus tierras y animales agonizantes ya ante la extrema sequía, apenas le daban el dinero necesario para sobrevivir día a día. Pero a pesar del escenario tan adverso que tenía en frente, y aunque en sus momentos de lucidez por su mente pasaba la idea de vender, se negaba a la posibilidad de buscar nuevos horizontes.

El Carnicero del Zodiaco (EN EDICIÓN Y DESARROLLO)Where stories live. Discover now