Fuego cruzado.

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Tras las detonaciones en el interior del inmueble, los oficiales ingresaban a la fuerza al grito de ¡policía, nadie se mueva! Grito que de nada les valía a quienes se encontraban en el interior, pues éstos prácticamente a ciegas abrían fuego contr...

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Tras las detonaciones en el interior del inmueble, los oficiales ingresaban a la fuerza al grito de ¡policía, nadie se mueva! Grito que de nada les valía a quienes se encontraban en el interior, pues éstos prácticamente a ciegas abrían fuego contra los oficiales. Pese al fuego cruzado, se lograba escuchar como los cristales de una de las ventanas se rompían, seguidos del crujir de unas maderas.

Se trataba del apodado “perro loco”, quien intentaba huir del lugar para evitar ser capturado. Pero era divisado precisamente por el sargento Tapia, quien cubría esa zona, y sin pensarlo se abalanzaba sobre él, tomándolo por sorpresa mientras se levantaba. Durante el forcejeo, ambos lograban con éxito despojar de su arma al contrario, cayendo éstas muy cerca de ellos.

El intercambio de golpes era duro y frenético por parte de ambos, llevando por el momento la mejor parte el sargento, quien de un certero puñetazo lograba derribarlo, y fuera de sí lo golpeaba sin medir sus fuerzas. Por su mente solo pasaba la imagen de su hermano desangrándose en sus brazos mientras el “perro loco” escapaba con una sonrisa en sus labios.

En el interior del inmueble, uno de sus compañeros caía abatido por el fuego cruzado, mientras que el otro se refugiaba tras una pequeña pared que daba al baño. Pedro Prado disparaba a diestra y siniestra sin un punto fijo, logrando herir a uno de los oficiales que habían ingresado. Sin embargo, dada la cantidad de humo en el interior, y la adrenalina del momento, ignoraba por completo esto.

Pese a ello, junto a sus acompañantes lograba escabullirse hasta el segundo piso, parapetándose en una de las habitaciones y disparando a diestra y siniestra tras la puerta. Al asomarse a la ventana para intentar huir, Pedro Prado observaba cómo “el perro loco” era reducido por el sargento Tapia.

Sin pensarlo le apuntaba con su arma, asestándole un tiro certero en el hombro, logrando que éste cayera desplomado al suelo, lo que aprovechaba el “perro loco” para reincorporarse y atacarlo salvajemente con un trozo de madera, mientras desde la ventana, Pedro Prado se preparaba para darle el tiro de gracia cuando la ocasión se presentara, descuidando por segundos lo que a sus espaldas ocurría.

—¡Me querías hijo de perra, —le gritaba enajenado éste, mientras sin piedad alguna lo golpeaba con el trozo de madera— te voy a mandar al infierno junto al bastardo de tu hermano!

—Vas a pagar por lo que me hiciste, —casi al borde de perder la conciencia por los fuertes golpes, desde el suelo el sargento intentaba infructuosamente reincorporarse, siendo abatido nuevamente por aquel trozo de madera— de esta no te librarás.

—¡Eres mío policía, no hay nadie que te ayude, me daré el lujo de matarte y nada puedes hacer!

Un estruendo sacaba por segundos al “perro loco” de su accionar, volteando para observar hacia la ventana del segundo piso. Los policías, comandados por el sargento Meza, lograban ingresar a la habitación tras derribar la puerta y detonar una bomba de humo, reduciendo a sus ocupantes en cosa de segundos. La acción fue tan rápida y sorpresiva que al escuchar el estruendo, Pedro Prado soltó su arma y se tapó los oídos al voltear hacia la puerta.

El Carnicero del Zodiaco (EN EDICIÓN Y DESARROLLO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora