Cuerpo sin alma.

47 13 10
                                    

Por otra parte, en la habitación principal, aquel pequeño cuerpo entre los brazos de su madre permanecía inerte, sin vida, sin alma, babeante y con mirada perdida

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Por otra parte, en la habitación principal, aquel pequeño cuerpo entre los brazos de su madre permanecía inerte, sin vida, sin alma, babeante y con mirada perdida. Eso hasta esa mañana, esa en que el rumbo de su vida cambiaría para siempre. A la mañana siguiente, como de costumbre la madre depositaba el cuerpo del joven infante en una silla que se encontraba en el exterior, y procedía a amarrarlo con delicadeza para evitar que cayera al suelo.

Mientras lo hacía acariciaba sus manos hablándole sobre lo mucho que lo amaba, que daría cualquier cosa por verlo correr nuevamente, sentir de su parte una mirada tierna, un abrazo, volver a escuchar su voz diciéndole “te amo mamita”. La mujer intentaba contener sus lágrimas para que el pequeño no notara su tristeza, más aún con lo ocurrido durante la noche, pero por desgracia esos ojos carentes de todo destello de vida permanecían inertes, pegados en el suelo como si no tuvieran otra alternativa que reflejar en ellos tan solo el color característico de la tierra.

Los sonidos a su alrededor eran simples zumbidos en sus oídos, los que eran incomprensibles para su mente, sin embargo de igual manera eran grabados por ésta. Ni siquiera reaccionaba al ver pasar a sus hermanos por el lugar, quienes despavoridos corrían para evitar el castigo de un padre que a esa hora de la mañana ya se encontraba sumido en el alcohol, y que intentaba desquitar toda su desgracia una vez más con aquellos jóvenes inocentes, sin el menor remordimiento en sus desquiciados actos.

La madre al notar lo que ocurría, corría en auxilio de sus hijos, pero su ayuda sería inútil ante la fuerza física de su esposo. Aquel acto de rebeldía en su contra era excusa más que suficiente para que Jacinto, enceguecido por la ira y el alcohol, los golpeara salvajemente hasta el cansancio, a pesar de los gritos suplicantes tanto de sus hijos como de su mujer para que éste cesara el salvajismo que había desencadenado sobre sus frágiles cuerpos.

Sollozantes en el suelo producto de la golpiza recibida, seguían sin entender cómo alguien que fue una figura intachable, un padre cariñoso y atento, ahora actuara de esa manera tan salvaje y carente de sentimiento alguno, mientras aquel ya solo se limitaba a gritarles lo inútiles que eran y lo arrepentido que estaba de seguir manteniéndolos. Gritándoles que lo mejor que podía pasar era que murieran de una vez por todas.

Finalmente la flagelación de sus cuerpos concluía por parte del esposo y padre que en algún momento fue ejemplar, más el castigo por su parte no, por lo que mientras les gritaba que ya no los quería ver más, pues no eran más que solo estorbo en su vida, con total descontrol los tomaba por los cabellos y arrastrándolos por el suelo los encerraba en una bodega que se encontraba en el exterior de la casa, como muchas veces ya lo había hecho.

De nada servían los gritos que desde el interior se dejaban sentir con fuerza, Jacinto Marmolejo simplemente hacía caso omiso a las súplicas y gritos desgarradores por parte de su desdichada familia. Pasarían horas confinados en aquel encierro.

Luego de su accionar tan violento y aberrante, ingresaba una vez más a la casa a seguir bebiendo, no sin antes mirar a aquel inerte amarrado a la silla con desprecio y odio. Sin embargo, aquel día sería distinto, y sin medir las consecuencias de sus actos el hombre tomaría una decisión que cambiaría para siempre la vida de aquel pequeño enfermo.

El Carnicero del Zodiaco (EN EDICIÓN Y DESARROLLO)Where stories live. Discover now