Eslabón perdido.

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El inesperado accionar de los muchachos no dejaba duda alguna, algo pretendían ocultar, o le tenían una horrible fobia a los oficiales de policía, quienes en fracción de segundos iniciaron la persecución para darles alcance

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El inesperado accionar de los muchachos no dejaba duda alguna, algo pretendían ocultar, o le tenían una horrible fobia a los oficiales de policía, quienes en fracción de segundos iniciaron la persecución para darles alcance. Obviamente, la conversación que sostendrían no sería bajo buenos términos, pues se llevaría a cabo en la jefatura de policía.

—¡Tú al moreno! —Exclamaba el cabo González mientras corrían tras los jóvenes.

—¡Esto no puede estar pasando, cuál es la gracia de correr si los detendremos igual! —Alegaba su joven compañero mientras corría— ¡Por suerte no tomé desayuno!

—¡Policía, alto en nombre de la ley! —Les gritaba por su parte el cabo González.

—¿En serio gritaste eso? —Rojas miraba a su compañero tras aquel grito.

—¡Siempre quise gritarlo mi amigo!

Roberto, el joven rapado y de piel morena, atravesaba la cancha de fútbol empujando a quien se interpusiera en su loca carrera, seguido muy de cerca por el cabo Rojas. Por su parte, el joven Diego se escabullía entre las graderías que se emplazaban a un costado de la cancha, pretendiendo saltar la reja de protección al final del camino y perder al oficial. Su larga y rubia cabellera se movía al compás del viento, robando más de algún suspiro por las chicas que lo miraban correr.

Para su mala suerte, al llegar al borde de la reja para brincarla de un salto, súbitamente detenía su carrera, pues del otro lado se encontraba un montón considerable de fierros retorcidos producto de unos arreglos que se estaban realizando en el sector. El cúmulo de fierros y desechos no le daban el espacio suficiente para dar un salto y esquivar ileso aquellos hierros, de no ser que se devolviera para ganar unos metros e intentar dar aquel salto que en su mente se veía posible.

Pero en fracción de segundos comprendía que sería peligroso aquel brinco, y que lo más probable es que terminara aterrizando justo en medio de la chatarra. Su mente se bloqueó y un largo suspiro precedió a sus anhelos, y viéndose acorralado optaba por no intentar algo más para huir, entregarse y alzar sus brazos, siendo reducido rápidamente por el cabo González.

—Tendremos una larga conversación en la estación de policía muchacho. —Murmuraba mientras lo tomaba de las manos y lo obligaba a ponerse de pie, llevando hacia su espalda sus manos para esposarlo.

—¡Juro que no hice nada señor! —Se escudaba este, sin saber que otra cosa decir en su defensa.

—¡Vaya manera de demostrarlo! —Mientras lo esposaba, con la mirada buscaba a su compañero, viendo como de una espectacular tacleada derribaba al atlético Roberto.

En el acto le podía la rodilla sobre la espalda, aprisionándolo contra el suelo y llevándole las manos hacia atrás para esposarlo, intentando recuperar el aliento por la carrera que se vio forzado a realizar. Al ayudarlo a ponerse de pie, no se notaba la diferencia de altura entre el muchacho y el oficial, pues este último rondaba también 1.70 metros.

El Carnicero del Zodiaco (EN EDICIÓN Y DESARROLLO)Where stories live. Discover now