Una delgada línea.

5 2 0
                                    

Para su mala fortuna y pese a los metros recorridos, no solo no había recuperado la señal en su celular, lo que desde un principio se había tornado un gran problema, sino además, como si no fuese suficiente, a unos veinte metros desde donde se enc...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Para su mala fortuna y pese a los metros recorridos, no solo no había recuperado la señal en su celular, lo que desde un principio se había tornado un gran problema, sino además, como si no fuese suficiente, a unos veinte metros desde donde se encontraba paralizado, de entre los árboles emergía ni más ni menos que un oso grizzly que deambulaba por el lugar.

La figura del animal era imponente, pese a encontrarse apoyado en sus cuatro patas se notaba que medía por lo menos un metro. No obstante, al notar la presencia del agente, en fracción de segundos se erguía, haciendo que pasara de verse imponente a exorbitante y aterrador. Calculaba que fácilmente superaba los 2,5 metros de altura, y con facilidad se acercaba a los 500 kilos de peso. Una bestia en todo su esplendor.

—Cálmate Osvaldo, cálmate, —murmuraba para sí mismo— está lejos de ti, puedes alejarte, puedes hacerlo antes que note tu presencia. Solo muévete.

No podía largarse a correr si no tenía un sitio seguro donde guarecerse para evitar ser víctima del animal, pues ese tipo de osos fácilmente alcanzaba los 50km/h, por lo que era seguro que por muy rápido que lograra correr, el animal le daría caza y acabaría con su vida. Por lo pronto se mantenía inmóvil intentando resolver el gran dilema que tenía ante sus ojos. Los segundos corrían en su contra, segundos que lo separaban inevitablemente de una muerte segura.

Su instinto de sobrevivencia le hacía con lentitud desenfundar su arma, con la esperanza de lograr causarle suficiente daño en el momento que el animal lo atacase, aunque sus nervios podrían ser un factor determinante a la hora de apuntar con certeza, pero de algún modo debía librarse de la situación ya que una mujer a punto de dar a luz esperaba su retorno.

Sin mediar provocación alguna, el animal bramaba con furia y se lanzaba a correr hacia él. Podía sentir como el suelo a sus pies se estremecía con el galope de la bestia, inclusive sentía el crujir de cada hoja que sus enormes patas pisaba, dejándolo petrificado ante la amenaza. Su cuerpo simplemente no le respondía y su pavor era tal que sin darse cuenta dejaba caer su arma, entregándose así a una muerte segura.

Una ráfaga atravesaba sus ojos, seguida de una explosión a unos ocho metros desde donde se encontraba parado, obligándolo a lanzarse al suelo y encegueciéndolo por unos segundos, mientras aquel enorme animal corría despavorido en dirección contraria, asustado por la detonación provocada por el teniente Espinoza, quien había utilizado la bengala que le quedaba para ahuyentar a la bestia.

Leticia corría en el acto para asistir a su compañero, quien desde el suelo se quejaba del ardor que sentía en sus ojos por el destello de la explosión. Lo mantenía de espaldas en el suelo mientras le gritaba que intentara calmarse, que era ella con el teniente quienes estaban junto a él, y que le mojaría con agua el rostro para disminuir el ardor que sentía. Comenzó a hablarle sobre cualquier cosa, aunque no tuviese sentido alguno lo que le dijera, todo con tal de tranquilizarlo y desviar en algo su atención en su evidente molestia visual. En primera instancia le empapó con agua el rostro, para luego extraer de su bolsillo un pañuelo que también empapó para ponerlo sobre sus ojos.

El Carnicero del Zodiaco (EN EDICIÓN Y DESARROLLO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora