XLVII

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El llanto de un corazón hecho pedazos
que toca sinfonías inciertas
para hacer que sienta al que no sentía
unos balazos de dolor al pecho.

Te deshace por dentro
ese ruido de alaridos desesperantes,
que te vuelves poco cuerdo
al escuchar los alaridos de desesperanzas.

À lo lejos yo puedo escuchar
como mi corazón ya no aguanta más,
grita suplicando auxilio,
pero se ahoga al compás de do menor.

Que cada grito de mi corazón,
se convierta en sonrisas
y mis recuerdos sean borrados
al momento de morir.

Me siento tan rota y vacía
que si los latidos de mi corazón fueran poesías,
se convertirían en la más trágicas de las elegías,
ó si fuera una sinfonía,
sería una de las más tristes melodías.

Grita pidiendo ayuda,
lo bueno de haber sufrido desde parva
es que las flagelaciones en mi espalda
ya no duelen tanto.

Aunque cuando lloro,
mis lágrimas crean harmonías al tocar suelo
y mis lloriqueos son los coros
que gritando dicen que me ahorco.

Lo bueno de ser la musa de los pesares
es que cargas con los pecados de los demás
y esos pecados te destrozarán por dentro,
y felizmente pronto morirás.

¿Cuántas veces has llorado?
las mismas veces que yo me he torturado,
aunque la sangre que salía en gotas
era color rosa, yo la veía negra,
el mismo color de mi alma.

Poemario III: la xóchil mustiaWhere stories live. Discover now