Capítulo 3: Castigo

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Mao Yongzheng llegó a la mansión pasada las 11 de la noche. Los guardias junto a la puerta de la habitación de él y Lin Shaoran le informaron sobre los movimientos de su esposo a lo largo del día nada más acercarse.

— ¿A qué te refieres con que fue de compras?

Eso era raro. Lin Shaoran nunca salía de la casa a no ser que visitase a algún familiar o tuviera que acompañarlo a las reuniones sociales a las que debían asistir constantemente pretendiendo ser una feliz pareja casada frente a las cámaras.

—Furen recorrió todo el centro comercial y compró varios...artículos por su cuenta.

Las mejillas del guardia se calentaron al recordar en qué consistían la mitad de esos productos.

—Luego nos hizo volver a la mansión. No ha salido desde entonces —prosiguió el segundo guardia apuntando a la puerta de la habitación con una expresión indiferente, contraria a la de su compañero.

— ¿Eso es todo?

Los guardias asintieron.

—Está bien. Pueden irse.

Una vez los guardias se marcharon, Mao Yongzheng entró a su habitación y miró confuso a la figura sobre la cama.

— ¡Esposo! ¡Llegaste al fin! —gritó Lin Shaoran arrodillado sobre la cama, enfrentándose a la entrada como un perro esperando impaciente la llegada de su amo. Una hermosa sonrisa pareció iluminar la figura de Lin Shaoran y Mao Yongzheng no supo cómo reaccionar en el momento.

Cuando por fin salió del aturdimiento observó que en una esquina, una pequeña montaña de bolsos se apilaba en caos. Mao Yongzheng no pudo reconocer la mitad del contenido de las bolsas, pero definitivamente le resultaba sospechoso. Lin Shaoran sonrió al notar la curiosidad del hombre.

—Hoy fui de compras y encontré muchas cosas interesantes.

Mao Yongzheng ignoró a Lin Shaoran y caminó hacia el escritorio en busca del certificado de divorcio.

—Si lo que buscas son los papeles, ya los tiré. Como dije antes, no pienso divorciarme. Tal vez anteriormente me comporté como un idiota, sin embargo ahora soy un hombre nuevo. ¿Por qué no comenzamos otra vez?

El ceño fruncido de Mao Yongzheng se profundizó, pero no dijo nada. Se quitó la chaqueta, sus zapatos y desabrochó la corbata mientras Lin Shaoran lo devoraba con la vista.

—Esposo, ¿sueles ejercitarte a menudo?

Mao Yongzheng gruñó en respuesta. ¿Dónde había quedado el hombre que rechazaba sus intentos de una conversación? ¿Por qué se sentía como que la persona junto a él ya no era la misma? Con sospecha, Mao Yongzheng se sentó en el escritorio y observó con ojos entrecerrados a Lin Shaoran.

— ¿Quién eres? —preguntó, y el leve temblor de Shaoran no pasó desapercibido por él.

— ¿A qué te refieres con que quien soy? ¡Soy tu marido, Lin Shaoran! ¿No nos hemos divorciado y ya no me puedes reconocer?

Su tono descarado aumentó las dudas de Mao Yongzheng. Este no podía ser Lin Shaoran. Él jamás actuaría de forma tierna y coqueta como ahora, al contrario, nunca se portaba de otra forma que no fuese irrespetuoso e indiferente hacia todos a su alrededor.

Su reflexión fue interrumpida por el hombre en la cama.

—Tu cuerpo es tan impresionante. ¿Estás cansado? ¿Quieres un masaje?

Lin Shaoran tocó el espacio a su lado invitando a su esposo a acercarse. Mao Yongzheng se levantó de la silla y caminó hacia él con lentitud.

—Moverse —dijo despojándose de su camisa y pantalones quedando en un apretado bóxer negro. No se dio cuenta de la mirada fija de Lin Shaoran en su entrepierna ni de su sonrisa lasciva. Cuando Lin Shaoran fue a darle un poco de espacio, sintió los miembros inferiores entumecidos.

Con un tono avergonzado dijo.

—Mis piernas se durmieron hace un tiempo. ¿Ayúdame?

Mao Yongzheng levantó una de sus cejas y empujó con su pie a Lin Shaoran hacia el otro extremo de la cama.

— ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Calambre! ¡Calambre! —gritó mientras este rodaba por la cama dando palmaditas a sus piernas. Este hombre... ¡era un insensible!

Mao Yongzheng sonrió y se recostó a la cabecera agarrando una tableta de 10 pulgadas dentro del cajón de la mesa de noche disponiéndose a leer sus correos.

—Esposo, eres tan malo —acusó Lin Shaoran fingiendo agravio—. Y pensar que te compré varios regalos como compensación por soportar mi mal comportamiento.

Mao Yongzheng miró de reojo a Lin Shaoran.

— ¿Crees que me sentiré culpable por eso? No te pedí que me compraras nada.

—Ya lo hice, ahora lo menos que podrías hacer es aceptarlos, ¿no crees?

Sin esperar la respuesta de Mao Yongzheng, Lin Shaoran corrió hacia las bolsas y eligió algunas al azar. Al volver a la cama, las lanzó sobre las sábanas ignorando la molestia en el rostro Mao Yongzheng.

Las abrió una por una mostrando lujosos relojes, corbatas, gemelos para una camisa de puño doble y demás accesorios de marca.

—Como no conozco tus gustos, solo pude comprar los que pensé que favorecerían.

—dijo mientras Mao Yongzheng miraba curioso los objetos sobre la cama.

— ¿Qué hay allí? —preguntó apuntando hacia las bolsas cerradas. La sonrisa de Lin Shaoran le advirtió que no era bueno.

—Mi maridito es tan impaciente —dijo tras levantarse y llevar los bolsos restantes junto a Mao Yongzheng—. No quería mostrártelos aún, pero ya que estás tan ansioso por saberlo...

Volcó sus contenidos sobre la sábana y el rostro de Mao Yongzheng se retorció de disgusto. ¿Qué clase de persona en su sano juicio traería tantos objetos en una sola compra?

Lin Shaoran comenzó a presentar los juguetes sexuales de uno en uno. Esposas aterciopeladas, fustas y trajes de cuero negro, varios consoladores que variaban entre los 15 y 20 centímetros, entre otros objetos. Las órbitas de Mao Yongzheng ya no podían aumentar más de tamaño mientras escuchaba los balbuceos interminables de Lin Shaoran.

—Y este es un vibrador de 8 velocidades distintas, son bastante placenteras si quieres mi opinión.

¡No la quería! ¿Qué pasaba por la cabeza de este hombre? Mao Yongzheng se preguntó si Lin Shaoran tuvo alguna contusión cerebral cuando salió esa mañana.

—Tú... ¿por qué compraste todo esto?

— ¡Para usarlos, por supuesto!

En un instante Lin Shaoran fue derribado sobre la cama, el cuerpo de Mao Yongzheng cubrió el suyo y sus brazos fueron levantados sobre su cabeza, donde una de las manos del hombre los mantuvo juntos apretando sus muñecas.

—El que te hayas vuelto una zorra, no significa que vaya a aceptar tus jodidas provocaciones de perra en celo —sostuvo con su mano libre la barbilla de Shaoran y la levantó para que ambas miradas se enfrentasen. Un calor incontrolable surgió desde lo más profundo de su abdomen recorriendo su cuerpo. Llevó sus labios al oído de Lin Shaoran y con una voz provocadora lo amenazó.

—Si tanto quieres que te folle, tienes que comenzar a ser más obediente.

Lin Shaoran asintió mansamente observando la expresión salvaje del hombre. Su encanto masculino aumentó el deseo del joven quien arqueó sus caderas rozando las de Mao Yongzheng.

—Entonces creo que merezco un buen castigo.

¡Esposo, tu esposa necesita un castigo!Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon