Capítulo 18: Sermón

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El mayordomo condujo a Lin Shaoran por los extensos pasillos de la casa mientras le explicaba que Lin Yao se encontraba de muy mal humor en esos momentos.

—El maestro lo ha estado esperando desde hace mucho tiempo, tiene que disculpar su mal carácter. Ya sabe cómo es —explicó. Lin asintió observando las enormes ventanas de cristal transparente que revestían cada corredor. Admirando hectáreas de terreno verde alrededor de la casa, se preguntó si alguna vez el antiguo Lin Shaoran se perdió entre los árboles. Cuando llegaron frente a la puerta del estudio, el mayordomo anunció su llegada y le dio a Lin Shaoran una mirada de compasión.

Una vez la puerta se abrió, un objeto volador no identificado voló hacia la pared estrellándose junto a la cabeza de Lin Shaoran. Asustado, el joven se quedó quieto como una estatua, los ojos saliendo de sus cuencas.

— ¡Maldito mocoso! ¡¿Te atreves a regresar aquí después de todo?!

Lin Yao se encontraba de pie detrás de su escritorio. Varios mechones de cabello oscuro caían sobre su frente ocultando las casi inexistentes canas. La expresión de su rostro era colérica y parecía querer volver a arrojar algo, buscaba a tientas sobre la mesa mientras mantenía su vista en Lin.

Curioso, Lin Shaoran observó hacia el lugar donde el objeto fue lanzado y observó que este era una grapadora. ¡Una grapadora! ¡¿Quería matarlo?!

Al notar que Lin Yao agarró otra herramienta de oficina con la intención de lanzarla hacia él, Lin Shaoran corrió hacia donde se encontraba y bajó su mano, sonriendo con descaro.

—Tío, tío. Digamos no a la violencia, ¿si? ¿No te sentirías culpable si destrozaras esta bonita cara? Ten piedad de tu querido sobrino —dijo tratando de quitarle un pesado pisapapeles al hombre.

— ¿Bonita cara? Mocoso desagradecido, ¿acaso a la bestia de Mao le importó cuando golpeó a Gian?

"¡¿Mi esposo golpeó a Gian?!"

Observando la sorpresa en el rostro de Lin Shaoran, Lin Yao se calmó un poco. Al parecer, aún no habían tenido tiempo de lavarle el cerebro a su sobrino.

— ¿Qué? ¿El bastardo de tu marido no te contó? Gian volvió hace unas noches herido por esa bestia. Habría ido a matarlo si no fuera porque el idiota de mi hijo me pidió que no lo hiciera. A pesar de todo no quiere verte involucrado en esta disputa —dijo soltando el agarre en el pisapapeles.

Seguro de que su maestro se encontraba menos agresivo, el mayordomo salió de la habitación dejándolos solos. Esta era una discusión familiar, no estaba invitado a participar en ella.

—No...lo sabía —respondió Lin con sinceridad. Mao Yongzheng no le había contado

Esto. ¡Maldita sea! Ahora sería más difícil hacer las paces—. Esa noche tuvimos un...malentendido.

Lin Yao abrió un cajón agarrando una pila de fotografías y lanzándolas sobre la mesa.

— ¿Llamas a esto malentendido? —mostró las mismas imágenes que Gian le enseñó esa noche—. El bastardo te engaña, ¿y tú sigues con esa basura? Sé que te dije que necesitaba que la familia Mao y la nuestra llegasen a estar en buenos términos, pero eso no significa que vaya a dejar que mi sobrino sea abochornado de esta forma.

— ¿Quién se cree que es?

—Está bien, eso no es importante ahora. ¿Cómo está Gian? —dijo con genuina preocupación.

Carraspeando, Lin Yao se sentó en la silla giratoria y cerró los ojos, frotándose los párpados cansados. Lin Shaoran observó que tenía un par de sombras oscuras bajo sus ojos, la preocupación inicial aumentó. ¿Fue tan mala la paliza? ¡¿Estaba en terapia intensiva?! Cuanto más se demoraba su tío en responder, más pensamientos horribles llegaban a su mente.

¡Esposo, tu esposa necesita un castigo!Where stories live. Discover now