El insoportable:

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Lorena y Luis no podían venir a la tarde por asuntos familiares para el trabajo, así que el muy idiota de Azael y a mi nos tocaba hacerlo juntos. 

Este no habia llegado así que quise poner música y pintar un poco. Después de todo era mi pasatiempo favorito. La música empezo a sonar, mi favorita, y tomé el pincel con pintura azul y lo trace en el canva. Luego poco a poco más colores hasta hacer una mezcla de colores que formaban un lindo día de playa. 

Era un buena bailando, o eso creía yo. El gusto por la música era algo que corría por mi sangre. Mi madre era muy amante a la música así que supongo que es de allí que viene. Ya veo quién tiene la culpa de que me esten empezando a gustar las fiestas. Aunque por lo menos, por dos semanas no habria una fiesta. O si las había no las iba a asistir. 

Mi madre entra al estudio cuando me ve bailando y sonriendo. 

—Amo cuando sonries— me dijo ella dejando los jugos para nosotros en la mesita pequeña que tenía en el centro de la habitación.

—Gracias, mamá— le dije riendo.

—Ah... — dijo haciendo silencio y señalando la puerta. 

Rápido miré y vi a un Azael viendome. Rode los ojos y dejé el pincel en un vaso con agua para limpiarlo más tarde.

—Bien... se acabó la diversión— me dije a mi misma.

—Los dejó, diviertanse— dijo mi madre yendose.

Mamá se fue y el playboy entró a la habitación. Bajé el volumen de la música y me percaté de algo. 

¡Era la primera vez que ns quedabamos solos después de lo de la fiesta! ¡Mierda!

Traté de controlarme y ser la misma chica ruda que era con él pero era inevitable sabiendo que él sospechaba de que él me atraía y eso no era bueno, nada bueno. No le había dicho de esto a ninguna persona, incluyendo a mis amigas. Yo confiaba en ella, no podían ser ellas quienes le dijeran. Además el dijo que sospechaba o fácilmente lo dedujó, ¿no?

Me acerqué al baño de la habitación para limpiar mis manos y las manchas de pinturas que tenía en los brazos. Cuando volví a la habitación, Azael estaba usando su celular sentado en la mesa tomando el jugo que nos dejó mi madre.

Me sentí nerviosa.

—Bien, como los demás no van a estar hoy, te toca su parte y yo la de nosotros, ¿De acuerdo?— dije mirandolo retante. 

Él me miró y luego asintió como si no le importará nada. Tomó el libro y lo empezó a leer mientras escribía lo que no entendía en un papel. Me tranquilicé cuando pensé que no diría nada sobre lo que paso aquella noche.

Tomé el otro libro y lo único que me faltaban eran tan solo unas páginas, era la que más había adelantado todo y había leído. Amaba leer, pero esto de leer libros o historias del instituto no era lo mío. 

James de un momento se acercó a mi y puso su mano en mi mejilla. Rápido traté de alejarlo pero puso resistencia. 

—Tienes una mancha azul en la mejilla, dejame quitartela— me dijo pero eché la cabeza hacia atrás.

—¿Donde? Yo me la quitó— dije y él quitó su mano para mirarme fulminante.

—Un poco más abajo del ojo— dijo y busqué donde me había dicho.

—¿Ya?— pregunté quitandome lo que sea que tenía ahí. 

Él asintió derotado y me enderezé para seguir con la lectura. 

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