Padre e hija:

26 2 0
                                    

—¿Por qué lo hiciste? —me atreví a preguntar cuando ya el silencio en la mesa nos consumía.

Arthur me miró con expresión apenada y coloco sus manos entrelazadas en la mesa.

—Tú madre y yo nos peleábamos a cada rato cuando ustedes dormían, y una noche, antes de tu cumpleaños, pues, peleamos por que ella se quería divorciar y estaba harta de estar casada conmigo. Y la entendía, era un imbécil y había aguantado tantas que no la culpaba, pero yo quería a tu madre, yo no quería divorciarme por lo cual estábamos peleando. Con el coraje que teníamos ambos yo quería relajarme y me fui bien temprano en la madrugada—se cortó a si mismo cuando vio que mi rostro reflejaba odio para él.

Estaba lista para escuchar lo que viniera de su boca, para soportar lo que sea.

—Sigue.

—¿Estas segura que...? —asentí—, bien. Luego fui a un bar que era 24/7 y conocí a esa mujer. Ella y yo estuvimos hablando y de un momento a otro las copas no llevaron a lo otro. Yo era un imbécil y se me había olvidado todo, el divorcio con tu mamá, el por que me fui, me había olvidado de ella por completo. Cuando llegamos a casa, estaba tan metido en lo mío que ni cuenta me di de lo que pasaba. Pero en cuánto entramos a la casa—mis ojos estaban llorosos y sentí un nudo en la garganta y en mi estómago. Uno horrible—, vi el error que había cometido. Vi el rostro tuyo asustada, enojada y con lágrimas en los ojos por que sabías exactamente lo que yo estaba haciendo. Era tú cumpleaños y yo no había olvidado, me había emborrachado y me habías visto con una mujer besándonos y siendole infiel a tu mamá. Yo... yo no me excuso por lo que hice, lo que hice estuvo mal, demasiado mal y... tú madre y yo decidimos no divorciarnos para que ustedes no sufrieran el cambio—explico.

Él también tenía los ojos llorosos y de vez en cuando se le salía unas cuantas lágrimas. Volví a sentirme vulnerable, sola, y odiaba a mi padre más de lo que podía llegar a odiar a alguien, y sea lo que sea que me estuviera diciendo no rectificaba que lo perdonaría, porque eso estaba lejos de pasar.

—¿Tienes idea del trauma psicólogico y físico que me causaste? —le cuestioné.

—¿De que estas hablando? —él pareció asustado.

Sonreí triste y luego suspiré profundo.

—No pude ver ni interactuar con Landom por meses, era como si solo verlo me causaba estrés o miedo de que me hiciera algo. No podía interactuar con niños de mi edad por que los odiaba, odiaba a los niños, odiaba que me hicieran algo y si alguno llegaba a rozar conmigo me espetaba un puñetazo—expliqué con los ojos aguados.

—Yo...yo no sabia.

—¿Cómo ibas a saberlo? Además, mamá me tuvo que llevar a un psicólogo para ayudarme porque... ¡Por que tan solo era una niña que estaba afectada de algo que ni siquiera tenía que afectarme! Pero, aun así, mejoré un poco, me empecé a llevar con Landom, esa demás decir que no me gusta que ningún chico se me acerqué a menos que no sea... —por un momento, iba a decir Azael, solo por un momento, y recordé de nuevo todo lo que paso—, a menos que nada. Y... y ya no quiero seguir esta conversación de verdad.

Me levanté de la mesa y me dirijí al baño con urgencia para lavarme el rostro y trata de calmarme. Tenía que tranquilizar ms impulsos y tranquilizarme yo.

¡Esto fue una terrible idea! ¡Me quiero ir de aquí!

Salí del baño y fue hasta la mesa. La comida estaba servida y Arthur esperaba por mí. El camarero abrió sus ojos como platos cuando empecé a recoger mis cosas. Arthur sabía perfectamente que ya me quería ir. Y para completar, el chef salió de su cocina a vernos.

—¿Esta todo en orden, señorita? —preguntó, el chef.

Mis manos estaban temblando lo que significaba un ataque de ansiedad. Estaba histerica, con estrés y quería salir de aquí.

Player {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora