La cena:

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Pase mi mano por la tela de la falda que traía y me miré en el espejo. 

Era la primera vez en siete años que mi vida que la mesa de la casa iba a estar llena. Con sus cuatro asientos ocupados. Hoy vendría el novio de mamá y me sentía verdaderamente emocionada y feliz por mi mamá. 

Mi hermano entró a mi habitación con una ropa formal pero no tanto, traía una camisa blanca de botones y unos jeans negros. Junto a unos zapatos negros igual y un peinado hacia atrás. Mientras yo, traía una camisa blanca con una falda negra que llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas, no era algo indecente. Y unas zandalias blancas.

—Odio admitirlo, pero estas guapo— le dije riendome.

—Odio admitirlo— me imitó—, pero tú igual estas muy bonita.

Lo abraze.

Eran pocas las veces que abrazaba a mi hermano. Era el único hombre en él que confiaba totalmente. Siempre sería ese ser que tendría mi confianza eterna. Hundí mi cara en su cuello y él paso sus manos por mi cintura. Ambos estabamos muy nerviosos. Aunque estabamos muy felices por nuestra madre, él recuerdo de Arthur en nuestra vida, lo que hiso nos afecto demasiado. 

—Bien, bajemos...— le dije y me separé de él.

—Yo bajó enseguida, le prometí a Lorena enseñarle mi outffit— dijo y ruedo los ojos.

—Que conste que sigo dólida por no decirme— le señalé con el dedo y me fuí riendo.

Bajé las escaleras y ayudé a mi mamá mientras en la cocina en lo que llegaba su novio. Ella estaba vestida con un traje florido de color blanco y rosa con unos tacones roados bajos para que no le duelan los pies. 

Admiraba a mi madre. Tenía ese don de perdonar y hacer su vida tan divino que... quisiera ser así. Por culpa de mi pasado, por mi padre de hecho. No confió en los hombres, solo en Landom. Sí, solo en él. Aún en James me toma hacerlo por completo y es que apenas estamos empezando una relación... o ¿cómo se dice? Saliendo. Sí eso. Pero mi madre se tardó un poco. Sanó con todo lo que paso y pudo consguir una pareja ahora. Ser feliz. Y yo estaba muy feliz por ella.

El timbre de la casa sonó y me apresuré a abrir yo. Hubiera deseado no hacerlo...Lo tomé del brazo y lo arrastré hacia afuera para que mi madre ni Landom lo viera. 

—¿Qué carajos haces aquí?— le espeté furiosa—. ¿Qué no te quedó claro que no queremos saber de ti?

Arthur me observó apenado y estaba hasta harta de ver su existencia. No dijo nada y eso solo me hiso enojar más de lo que ya.

—¡Habla!— le dije.

La voz de mi madre se oye:

—¡Hija! ¿Ya llegó?— dijo como si estuviera en la cocina.

—¡No! ¡Solo ha sido una broma, no ahí nadie!— le mentí y pareció creerme.

Sentí unas manos en mis hombros y rápido las quité con brusquedad. No quería que me tocará, no quería que se acercará a mi. Él no era mi padre, no era nadie para mi.

—Dove, tienes mucho rencor, entiendo, pero intentó arreglarlo, en especial contigo— me dijo y reí burlona.

—¿Intentar qué? ¿Tratar como si nada hubiera pasado ese cumpleaños y actuar como si fueras un padre? ¿Qué olvide todo lo que nos hiciste? ¿Tratar de que olvidemos las noches que lloramos por lo que TÚ, Arthur Brigge nos hiciste? — él bajó la mirada—. Eso jamás. Ahora vete por que tenemos visita— pero no se movió— ¡Qué te largues!

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