¡Mentirosa, mentiroso!

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Dove:

A la mañana siguiente, me levanté a cuenta de una molesta alarma. Me acurruque un poco más en las sábanas y luego me fije en Azael. Estaba aún dormido y no parecía molestarle la alarma, así que apagué la alarma para que ya la cabeza no me retumbará, tenpia dolor de cabeza.

—¡Pss!—susurré—¡Dowland, despiertate, ya tienes que irte!—moví su brazo para que se levantará.

El odioso abrió sus ojos y me miró. Se estiró y se levantó quedando sentado. Me volví a acostar a en mi lado y le di la espalda. Él ya se iría y creo que le quedaba muy claro que hoy no iría al instituto, no me sentía bien. Pero no pude consiliar el sueño.

—¿Estarás bien?—me pregunta y pone una mano en mi hombro.

Ni yo tenía respuesta para eso.

—Supongo—respondí, triste.

—¿Puedo venir en la tarde, para animarte?—me pregunta.

Suspiré con cansancio y negué con la cabeza.

—Quiero estar sola, nos vemos después—respondí y estuve segura de que Azael asintió.

—Bueno—besó mi cabello—, me llamas cualquier cosa, ¿de acuerdo?—asentí.

Después que escuché como se salió de la habitación. Quisé volver a dormir y dejar de sobrepensar las cosas. Y gracias al cielo, pude hacerlo. 

///

Me terminé despertando a eso de las nueve o diez de la mañana. Me levanté de la cama y me dirijí al baño para ducharme. Mi cabeza estaba hecha un lío y tenía miles de pensamientos en la mente. Cuando salí de ducharme, me puse una camisa larga, un short corto y unas medias para andar en la casa. 

Bajé para comer algo y deseando no encontrarme con mi mamá, pero eso no fue posible. Justo estaba en la cocina preparando comida para ella. Nota mi presencia y supe que no esperaba mi repentina aparición. Encarna una ceja cuando le paso por el lado y la ignoro. Busco en el refrigerador algo para alimentarme y justo ella me habla:

—¿Por qué no has ido al instituto?—me pregunta, serena y preocupada.

La seguí ignorando y le pase por el lado para ir a mi habitación pero claro, ella no me iba a dejar ir tan fácilmente.

—¡Dove!—ella me llama y me giro hacia ella en mitad de escaleras. 

—¿Qué?—cuestioné, enojada.

Ella pareció asombrada por mi tono y abrió sus ojos de par en par asombrada. 

—¿Por qué me estas hablando con ese tono?—preguntó, preocupada.

La miré con rabia, con esa rabia que sentía ayer en la noche y luego lo solté todo.

—¿Cuando me pensabas decir que no te habías separado de Arthur?—bajé las escaleras para quedar frente a ella—, o mejor, ¿por qué me lo ocultaste por años?—le cuestioné, molesta.

Y si antes estaba asombrada, ese asombro paso a mayor convirtiendose en nerviosismo. Sus ojos aún estaban exaltados y por la manera en que me miraba confirme que era cierto, que Arthur no había mentido.

—Contéstame mamá, ¿cuándo pensabas decirmelo? ¿Cuándo te casarás de nuevo? ¿O nunca?

—Dove, hija yo...—hizo una pausa y vi como sus ojos se estaban aguando. Eso me rompió, verla llorar.

—¿Cúando,  mamá?—me acerqué a ella quedando a pocos centrimentros de ella y mirandola fijamente.

—No lo sé, yo no pensaba...—se detuvo cuando vió mi rostro asombrado.

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