Capítulo 28: Otra vez

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Antes de empezar, unas palabras de disculpa. Llevo un año sin actualizar este relato, lo que se debe, básicamente, a que ahora soy madre, ¡y de mellizos! Lo que hace muy difícil encontrar tiempo para escribir y completar lo poco que me queda para finalizar este fanfic. Con todo, voy a intentar hacerlo a la brevedad posible, pues detesto los proyectos sin terminar, y ya tengo bastantes de éstos entre mis escritos personales. Por lo menos, los fanfics los terminaré. Así pues, perdón por lo que habéis tenido que esperar, y gracias por estar ahí, siempre.

28. Otra vez

Kurtis se despertó antes del alba, cuando aún no había empezado a clarear. A oscuras no quería ponerse a buscar algo de ropa que ponerse y las prendas de su traje de novio, esparcidas por el suelo con cierta premura la noche anterior, no podían ya esperar otra cosa que ser recogidas y guardadas. Tampoco tenía intención de enfundarse uno de los albornoces de Lara, que le quedaban estrechos y provocaban auténticos estallidos de carcajadas en su legítima dueña cuando se le había ocurrido probárselos.

Desnudo tenía que ser. Se encogió de hombros.

Se dirigió al alféizar y se sentó en el mismo marco de la ventana, con la mirada perdida en el todavía oscuro horizonte. Hace tiempo habría abierto la ventana y fumado un pitillo deprisa y corriendo, sacando el humo por el vano del cristal, antes de que Lara despertara. Pero ya no podía ser. El tabaco se había acabado. Para siempre.

- Y al paso que voy, el alcohol también se acabará. – gruñó.

Era una queja vacía. En realidad, estaba más que dispuesto a sacrificar los pocos vicios que le quedaban. La vida era mucho más valiosa, como ahora sabía apreciar.

Estuvo pensando en silencio durante un buen rato, mientras unos leves tintes rojizos empezaban a asomar por el horizonte. Para cuando Lara se despertó y lo vio, sombra dorada en un océano ardiente, ya se oían los primeros cantos de los pájaros madrugadores.

- Qué visión. – dijo ella en voz alta, incorporándose en la cama. Tampoco llevaba ropa, ni tenía intención de ponérsela. Todavía.

Él sonrió levemente, pero era una sonrisa triste. Ya estamos otra vez, pensó Lara. Pensó en arrojarle una almohada la cara para cortar aquel típico hilo de pensamientos negativos, pero muy a su pesar, verlo melancólico siempre había aumentado su atractivo. Y, por ende, su deseo por él.

- ¿Quién se ha muerto ahora? – bromeó mientras se desperezaba. Kurtis se levantó y fue hacia ella, pero cuando estaba por coger la sábana que la cubría ella dio un tirón y la quitó de su alcance. - ¡Ah, ni hablar! Hasta que no me digas qué pasa...

- Está bien. – él alzó las manos en son de paz – He estado pensando en Anna, y he tomado una decisión. No es seguro entrenarla aquí, como ya has visto.

Lara frunció el ceño.

- Si es por lo del invernadero de Winston, ya se me ha pasado el disgusto. Le dije que no era culpa suya, sé que no puede controlarse.

- Lara, habrá cosas más grandes y peligrosas que ella hará estallar. Aquí o allí, en privado o en público.

Durante un momento, Lara volvió a ver el precioso invernadero que el fiel mayordomo había cultivado durante años con dedicado amor estallar en una supernova de cristales rotos. Alzó una ceja.

- Está bien. – suspiró – Dime qué has pensado.

- A riesgo de ser repetitivo... Utah.

Ella suspiró.

- ¿Seguro que quieres implicar a los Navajo en esto?

- Ellos siempre han estado implicados. – Kurtis se encogió de hombros – Me crié con ellos, ¿recuerdas? Soy diné por parte de madre. Para ellos nada de lo que Anna pueda hacer les vendrá de nuevo. Ella no puede asustarlos. La conocen, la quieren. No harán preguntas. Y si viene alguien que las haga, cerrarán filas en torno a ella. La protegerán.

Tomb Raider: El LegadoWhere stories live. Discover now