Capítulo 17: Ratas

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"Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo.

Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti."

FRIEDRICH NIETZSCHE

El hombre al que todos conocían como Zip tenía muchos secretos, y había vivido una infancia nada fácil en los suburbios de Nueva York. Semejantes experiencias, algunas más aterradoras que una película de miedo, hubieran torcido el carácter de cualquier persona. Al fin y al cabo, somos humanos, y el sufrimiento nos retuerce, nos malogra.

El hombre conocido como Zip no se dejó malograr. En lugar de ser retorcido por el sufrimiento, fue él quien retorció el sufrimiento. Parecía un payaso, un idiota que se pasaba el tiempo bromeando y burlándose de todo, haciendo chistes malos y no tomándose absolutamente nada en serio. El hackeo era el único talento que aparentaba. Sin embargo, él, tanto como cualquier otro, era un superviviente. Su sentido del humor era su escudo, y también su tabla de salvación.

Pero los escudos se rompen, y las tablas acaban hundiéndose.

Cuando todo estalló, un agudísimo rugido rasgó su oído. Soltando un grito de dolor, se arrancó el comunicador del oído se impulsó hacia atrás, contra el respaldo de la silla, a tiempo de ver, con escalofriante nitidez, la ola de fuego y humo inundar las numerosas pantallas; y a continuación, fundirse a negro la mitad de ellas, y llenarse de nieve la otra mitad.

Un escalofrío le recorrió la espalda. Durante un momento, se quedó rígido, inmóvil, conteniendo la respiración. Luego, se ajustó de nuevo el comunicador.

Probó con el canal 1.

- ¡Kurtis! ¡¡KURTIS!! ¿Dónde estás? ¡¡Contéstame!!

Silencio. Más bien, un ruido de fondo, persistente, agudo. Estaba roto.

Canal 2. Gritó el nombre de Lara. Varias veces. Ella no respondió. Pero percibía ruidos horribles de fondo, gritos, chillidos. Podía estar herida o muerta.

Uno de los monitores aún funcionaba, y le estaba mostrando un horror indescriptible. La microcámara instalada abarcaba el escenario. O lo que quedaba. Había estallado en pedazos.

Y Selma estaba justo encima de él en el momento de la explosión.

Doblándose sobre el brazo de su silla de gamer, Zip vomitó todo lo que tenía en el estómago, una masa repugnante de hamburguesas y patatas fritas regadas con Coca-Cola. Luego, se irguió de nuevo y probó con el canal 3.

- Bárbara.- jadeó. Los ácidos estomacales le abrasaban la garganta. De pronto, no podía gritar – O Betsabé. Como sea que te llames. Por favor. Contéstame. Por Dios, que alguien me conteste.

Y entonces, oyó la voz más hermosa del mundo, las palabras más bellas jamás pronunciadas.

- Estoy aquí, Zip. Como sea que te llames.

Era la voz de una antigua enemiga, era la voz de una rival, de una extraña compañera y aliada, pero Zip se echó a llorar de alegría al oírla.

- Di... dime qué ha pasado.- sollozó, sin importarle que lo oyese en aquel estado – Qué... qué coño ha pasado, joder... nadie me contesta...

- No hay tiempo.- la voz de aquella mujer se tensó y destensó como un latigazo – Está aquí.

- ¿Qui---cómo?

- Schäffer. Está aquí. Está buscándome. – la oyó aspirar y expirar profundamente – No puede verme aún, pero estoy tras una de las columnas cerca del buffet. Avisa a los otros.

Tomb Raider: El LegadoWhere stories live. Discover now