Capítulo 9: Juguemos

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Lara escuchó con atención todo el discurso de Zip, sin interrumpirle ni una sola vez.

El hacker se había instalado en su propio entorno, un pequeño barracón prefabricado al que había llenado, por supuesto, de ordenadores y portátiles, antenas y cables, de pantallas y monitores, de ventiladores que silbaban y rugían tratando de refrescar el asfixiante entorno saturado de máquinas, a cuyo ocupante no parecía molestarle lo más mínimo.

Cuando terminó, Lara observó de reojo a Kurtis, que se había apoyado en la puerta cerrada del barracón, los brazos cruzados sobre el pecho y un aire huraño y ausente. Tampoco había pronunciado ni una sola palabra.

- ¿Tú apoyas esto? – le preguntó, sorprendida. Era fácil dirigirse a él cuando el tema a debatir no versaba sobre ellos dos... sobre su problema.

- No.- masculló Kurtis – Pero tiene razón. Es nuestra mejor opción.

- Así que de eso se trata. - se volvió hacia Zip - ¿Selma lo sabe?

- Todavía no, pero se lo diré enseguida. - respondió el hacker – Antes necesitábamos contar contigo, nena. De lo contrario lo vamos a tener crudo.

Lara se mantuvo silenciosa durante un instante, estudiándolo atentamente.

- ¿Qué pasa? – farfulló el americano.

Me asusta verte tan serio, pensó Lara, pero en lugar de ello dijo:

- Si Anna resulta herida...

- ... lo sé, lo sé. Me matas. - Zip suspiró y lanzó una mirada de soslayo a Kurtis – Quiero al pequeño monstruo. Para mí esto es serio, tía.

Sí, definitivamente asustaba.

Lara cambió el peso de pierna y se cruzó de brazos.

- Yo no veo claro que quiera ir a por Selma, ni que ésos sean sus motivos. Hace tiempo que podría haberlo hecho. Selma es vulnerable, siempre ha estado indefensa, y basta con deslizarse en el Departamento de Arqueología y husmear entre sus papeles para ver lo que se trae entre manos. Nada de eso explica que un profesional como Schäffer haya esperado tanto tiempo para ponerle las manos encima. - Zip abrió la boca, pero Lara alzó la mano para detenerlo y continuó – Tampoco viene a por mí, pues ha rehusado atacar a Anna. Podría haberla secuestrado y reclamar un rescate por ella para atraernos a mí o a Kurtis. Pero no la ha tocado. No le interesa. Zip, ese hombre no viene a por nosotros.

- No importa. – dijo Kurtis de pronto. Lara se volvió hacia él. La expresión de su rostro era sombría. - Schäffer es un cabo suelto. Odio los cabos sueltos.

- No había terminado. - replicó Lara. Él permaneció en silencio. Ella se volvió de nuevo hacia Zip. – Desde luego que es un cabo suelto, y no me gusta tenerlo cerca. Ni lejos, realmente. Ese hombre trabajó para nuestros enemigos, servía a esa loca demente de Giselle, le puso una pistola a Marie en la cabeza, le entregó a Selma en bandeja de plata, asesinó a Ivanoff, y torturó a Kurtis durante meses. – Detrás de ella, Kurtis arqueó levemente las cejas al verse mencionado – Lo quiero muerto. Así que dime qué debo hacer.

Zip asintió, y empezó a exponerles su plan.

(...)

A Anna le encantaban las chimeneas de las hadas.

Por mágico que su nombre pareciera, en realidad poco de fantástico había en aquellas caprichosas formaciones de roca de Capadocia, nacidas de un proceso geológico de millones de años, la ceniza endurecida procedente de erupciones volcánicas y transformada en el tufo basáltico, para luego ser lentamente modeladas por la erosión. Durante la época de las persecuciones romanas, los cristianos habían huido desde Cesarea hasta la actual Göreme, donde construyeron sus casas e iglesias excavando en el tufo fácilmente maleable. Una inmensa red de complejos túneles y galerías las recorrían por dentro ahora, llegando a formar incluso auténticas ciudades subterráneas, como Derinkuyu, Kaymakli... o Edén, la antigua ciudad de los Nephili, también llamada Tenebra, la cual hasta ese momento había permanecido ignorada. Pero no por mucho tiempo ya.

Tomb Raider: El LegadoWhere stories live. Discover now