Capítulo 23: Frágil

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Lara cruzó el pasillo del hospital como si fuese una tromba. Algunos pacientes y, sobre todo, sus familiares, la censuraron con la mirada o algún comentario despectivo cuando pasó a su lado como alma que lleva el diablo. No le importó, de hecho, prácticamente ni se dio cuenta. Se abalanzó sobre el padre Dunstan, que estaba tranquilamente sentado junto a la puerta de la habitación de Kurtis. Él era quien la había avisado. Se maldijo por estar ausente, pero justo acababa de llevar a Anna a que le fijaran de nuevo el diente desprendido.

- Acaba de despertar.- el sacerdote intentó tranquilizarla – Pero aún le están retirando alguna máquina y el respirador. De todos modos, está muy frágil. No deberías agotarl...

Lara dio un empujón a la puerta y entró en la habitación sin más. El joven médico estaba inclinado sobre el hombre que yacía en la cama y movía una linterna sobre su rostro. Dos enfermeros estaban recogiendo el tubo del respirador sobre la máquina que empezaban a retirar. Uno de ellos se encaró hacia ella:

- Haga el favor de salir ahora mism...

Lara le esquivó en un abrir y cerrar de ojos y fue junto a la cama. Ni siquiera se molestó en mirar al joven médico que se irguió de repente y le lanzó una mirada molesta. Sólo tenía ojos para Kurtis. Se arrodilló a su lado y aferró con fuerza su mano.

- Kurtis.- le dijo, tratando de sonar calmada.- Soy yo. Estoy aquí.

Nada había cambiado en el hombre que yacía inmóvil frente a ella, salvo que esta vez el pecho subía y bajaba de forma natural, no mecánica, aunque el sonido de su respiración seguía siendo sibilante y estrangulada. Sin el respirador, su aspecto era más tranquilizador, aunque los labios estaban secos y cuarteados.

Él abrió los ojos y miró hacia arriba. Seguía teniendo uno inyectado en sangre, pero estaba más diluida. Y entonces los bajó y la miró a ella.

Una chispa de reconocimiento. Y una leve, levísima sonrisa, todo lo que podían dar de sí los labios ensangrentados.

El sollozo que se le había quedado atascado a Lara en la garganta semanas antes salió de pronto, sin previo aviso, como un aliento entrecortado. Se tapó la boca con la mano. El rostro lívido de Kurtis se diluyó tras un velo acuoso.

- Señores, - oyó la serena voz del padre Dunstan tras ella – si no les importa, creo que nuestros hermanos necesitan un momento a solas.

Lara apenas percibió que el sacerdote había entrado para animar a salir al equipo médico que todavía estaba allí. Hubo un par de protestas: el paciente estaba débil, no tenía fuerzas para recibir visitas, no era conveniente que ella estuviera allí, y menos con aquella actitud... pero lo cierto es que acabaron en el pasillo y la puerta se cerró tras ellos, dejándolos solos en la habitación. No había nada como la sacrosanta autoridad de un sacerdote en determinadas ocasiones.

La exploradora británica sollozaba quedamente, la frente apoyada sobre el brazo derecho, el que no estaba roto. Lloraba de rabia, y lloraba de alivio. Incluso todavía obnubilado por las drogas que ya sólo parcialmente calmaban el dolor, Kurtis recordaba perfectamente la última, y de hecho única vez, que la había visto llorar así. Cuando lo rescató de sus torturadores.

Intentó hablar, pero todo lo que le salió de la garganta fue un ronco gruñido. Se moría de sed. Notaba los labios, la boca y la garganta duros y ardiendo como en fuego. Movió levemente la mano que Lara le aferraba.

-Eh. – consiguió graznar al fin. – Milady.

La mujer a la que había amado durante años alzó la cabeza. No pudo evitar sonreír de nuevo al verla con los ojos hinchados, el maquillaje corrido y el moño desastrado tras haber llorado contra su brazo. Aunque en sus circunstancias, aquella sonrisa fue más una mueca torcida. Notó abrirse nuevas heridas en los labios al hacerlo.

Tomb Raider: El LegadoWhere stories live. Discover now