Capítulo 25: Rabia

66 3 0
                                    

Durante un breve tiempo, cosa de un mes, las cosas fueron bien. Tranquilas. Mejorando lentamente, pero mejorando. La recuperación de Kurtis fue paulatina, progresiva, pero fue recuperación. Ethan resultó ser lo que necesitaban: un profesional discreto, sincero, respetuoso y dedicado en su trabajo, pero eventualmente, alguien con quien se podía conversar y estar a gusto. Siguió empeñado en no residir de forma continua en la mansión Croft. Tampoco hizo el menor gesto o comentario acerca de nada que no fuese estrictamente profesional o le fuese preguntado en primer lugar. No se podía pedir más.

Hasta que de pronto, las cosas se torcieron de nuevo, porque así les iba con su maldita suerte. Y todo empezó con un evento aparentemente fútil, que sin embargo tenía su importancia intrínseca.

Kat apareció magullada.

(...)

- ¿Qué es eso?

La voz estridente de Anna la hizo dar un salto. Rápidamente, se cubrió el antebrazo con la manga del uniforme. Se lo había subido inconscientemente para recoger la mochila del suelo. Pero qué idiota soy, pensó la joven lady Kipling, furiosa consigo misma.

- No es nada. – contestó, encogiéndose de hombros y colgándose la mochila en la espalda. – Vamos, llegamos tarde a Biología.

Dio un paso adelante, pero Anna la detuvo, cogiéndola – delicadamente, eso sí – por el hombro. Oh, no, pensó Catherine. Esos ojos. Conocía muy bien esos ojos. Y su expresión. Últimamente, le estaban empezando a dar miedo. Aunque no por ella misma.

- Kat.- dijo Anna, muy seria. – Enséñame el brazo. – ante su indecisión, añadió en voz baja. – Por favor.

Suspirando, la niña – no, la muchacha ya – se subió la manga y le mostró el antebrazo. La piel mostraba una mancha azul en el centro, rosada en los bordes interiores y ya amarillenta en los exteriores. Oyó a su amiga respirar hondo.

- ¿Quién te ha hecho eso?

- Nadie. Me caí. En casa.

- Kat – jadeó Anna – a mí, al menos a mí, no me mientas. Sé que no te has caído en ninguna parte. Dime la verdad, por favor.

- No es importante.- Kat se cubrió de nuevo el moratón.

Anna dejó caer la mochila de golpe.

- Es importante. ¿Quién ha sido? ¿Tu padre? ¿Tu padre te ha...?

- No.- Kat suspiró, y se frotó la frente con el dorso de la mano.- Ya sabes que mi padre sólo pega a mi madre, no a mí.

- Hasta el día que empiece a pegarte a ti también.

- Déjalo, Anna. Por favor. Él no ha sido. – intentó avanzar, pero Anna le cortó el paso de nuevo. Respiraba agitadamente.

- Si no me lo dices, lo averiguaré por mí misma.- masculló, alterada – Puedo hacerlo por mí misma. Puedo y quiero, y lo haré.

- Por favor – la voz de Kat tembló. – Por favor, Annie, te lo pido. No me crees más problemas.

Quizá fue por el diminutivo, aunque en cualquier otra circunstancia lo hubiese odiado. Anna se ablandó. Dejó caer los hombros, abatida.

- ¿Que yo no te cree problemas? ¿Yo? – su voz sonó triste, casi llorosa. Señaló hacia su antebrazo. – El problema ya está ahí. ¿Y dices que yo soy el problema?

Kat sacudió los rizos dorados, negando fervientemente.

- No, claro que no. Es que... tú ya tienes demasiadas cosas. Lo has pasado muy mal últimamente. No quería molestarte con tonterías.

Tomb Raider: El LegadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora