Capítulo 22: Annus Horribilis

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Don't you dare surrender

I'm still right beside you

And I would never

Replace your perfect imperfection.

EVANESCENCE, Imperfection

Todas las luces de la mansión estaban encendidas. Las alarmas sonaban sin parar, perdiéndose sus ecos estridentes en la negrura de la noche.

Lara saltó de la moto como impulsada por un resorte, sin darse cuenta de que el vuelo de la falda se le enganchaba en el tubo de escape y desgarraba el bajo del precioso conjunto. Se lanzó contra las puertas de la entrada y las abrió de golpe, descargando todo su peso en ellas y cruzando a toda carrera el jardín delantero.

La puerta principal estaba abierta y en el marco vio a su madre, que se apoyaba, jadeante, en el mismo. Lady Croft vestía un camisón de noche que estaba levemente salpicado de sangre y que, curiosamente, tenía un cerco oscuro a la altura de sus muslos.

Al ver a Lara señaló hacia el lateral izquierdo.

- ¡Atrás! - jadeó, casi sin aliento - ¡Junto a la pista americana!

La exploradora británica ni siquiera aminoró la carrera. Se lanzó por el corredor ajardinado lateral, hasta llegar a la parte trasera de la mansión, donde tenía su pista de entrenamiento.

Y entonces le vio, en el suelo, sobre la grava del camino, en medio de un lecho de cristales rotos.

- ¡Kurtis! - gritó, y se abalanzó sobre él. Al verlo de cerca, un sollozo le subió a la garganta y se le quedó allí, atascado, incapaz de salir o de descender de nuevo. Se desplomó a su lado sin preocuparse por los cristales.

El hombre al que había amado durante años yacía estrellado como un muñeco roto, las piernas torcidas, el brazo izquierdo en un ángulo imposible. Tenía muchos cortes por los cristales de la ventana por la que había salido despedido, pero parecían superficiales. Un hilo de sangre se escurría por la comisura del labio.

Alzó la vista. Varios metros más arriba, las cortinas de la ventana rota ondeaban en el cielo nocturno. Parecía que se hubiese arrojado voluntariamente – si no fuera porque las hojas de madera estaban reventadas hacia afuera y los cristales hechos añicos. Al mirar hacia la enorme columna de escalar que tenía tras ella, se dio cuenta de que había rebotado contra la pista antes de estrellarse contra el suelo.

- ¡Kurtis! - exclamó, y le palmeó el rostro. No se atrevía a moverle el cuello. - ¡Kurtis!

Repitió su nombre varias veces. Lo abofeteó varias veces. Al final, los párpados del hombre vibraron y se abrieron ligeramente.

Lara sintió como si el corazón se le retorciera. Las venas del ojo izquierdo le habían reventado, de modo que lo tenía sumergido en sangre. El contraste con el iris azul era estremecedor cuanto menos.

- ¡Kurtis! - gritó de nuevo, y se inclinó sobre él - ¿Qué ha pasado?

Y al hacerlo se apoyó ligeramente en su torso. Casi al instante él se contrajo de dolor.

Lara se apartó al tiempo que él murmuraba:

- Milady...

La voz salía sibilante. Lara le palpó el tórax y notó el lado izquierdo del abdomen duro e hinchado. No puede ser. Agarrando el cuello de su camiseta, la desgarró, abriéndola y descubriéndole el torso.

Tomb Raider: El LegadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora