Capítulo 3: Fractura

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Durante un momento, su mente embotada flotó en la inconsciencia. Pero luego, las imágenes volvieron a danzar ante sus ojos. Lara. Y sus palabras duras, hirientes, y aquella risa que lo había destrozado.

¿Esperar? ¿Por qué?

(...)

- ¿Esperar? ¿Por qué? – había dicho ella, mirándolo estupefacta. Maldita sea, para ella todo era fácil. Demasiado fácil.

- Esto no se puede hacer así sin más. Soltarlo de cualquiera manera. – había replicado él, todavía a medio vestir.

Acababa de dejar a Anna en la mansión de Surrey, bajo la custodia de su abuela, esa señora tan rara que lo espiaba tras la cortina, para luego reunirse con Lara en aquel hotel de Londres, porque ella no tenía ningunas ganas de cruzarse con su madre.

Claro que a él no le importaba en absoluto. Habían estado en lugares mucho peores. Apenas le había abierto la puerta de la suite, la había levantado en brazos y llevado hasta la cama, mientras ella reía a carcajadas.

Aquella felicidad había durado media hora. Luego todo había salido mal.

Sentada en posición de loto, con las sábanas todavía enredadas en torno a la cintura y el largo cabello castaño cayendo entre sus pechos, Lara lo miraba vestirse bruscamente, después de que ella sacara a colación el dichoso tema otra vez.

Con aquella mirada suya, a medio camino entre la incredulidad y la impaciencia.

- Esperar sólo lo empeorará todo. – Lara se apartó un húmedo mechón de cabello del rostro. – Cuanto antes lo sepa, mejor.

Kurtis no respondió. Se deslizó dentro de sus pantalones y empezó a abrochárselos.

Ella sabía que no debía provocarlo cuando se empeñaba en callar. No debía.

Pero lo hizo.

- ¿De qué narices tienes miedo?

Lo vio quedarse quieto, su ancha espalda, aún perlada de sudor, súbitamente rígida. No se dio la vuelta.

- ¿De qué crees que tengo miedo? – respondió, la voz aparentemente tranquila, pero con un subtono de tensión que ella conocía bien.

- Dímelo tú. – Lara apartó la sábana de una patada – No esperaba esto de ti. O mejor dicho, sí.

Se levantó de un salto y empezó a vestirse. Por el rabillo del ojo vio que Kurtis se había vuelto hacia ella y le miraba fijamente. Aquella mirada dura, intimidadora, que no conseguía intimidarla, pero sí estremecerla.

No debería haberse defendido. Pero se defendió.

- No deberías proyectar tus miedos en Anna. – dijo Lara, mientras se deslizaba dentro de sus pantalones vaqueros – La echarás a perder.

- No he proyectado nada en ella. - masculló Kurtis. - Salvo esa maldita... cosa.

Lara soltó un largo suspiro y puso los ojos en blanco.

- Deja de ser tan dramático. No es para tanto.

- ¿Cómo?

La estaba mirando con una expresión extraña, confuso y furioso a la vez.

Debería haber parado. Pero no paró.

- Estás haciendo una montaña de un grano de arena. Sí, Anna ha heredado el Don, ¿y qué? Si no fuera por esa maldita cosa, como tú la has llamado, ahora estaría muerta.

- Ah sí, gracias, es verdad. No me había dado cuenta. – Kurtis soltó un bufido – Supongo que eso soluciona todos mis problemas.

Lara le miró con dureza. Luego empezó a abrocharse el sujetador.

Tomb Raider: El LegadoWhere stories live. Discover now