Capítulo 12: Elegida

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El vuelo a Egipto fue triste, y eso que Jean Yves estaba entusiasmado con la llegada de ambas, un entusiasmo nacido del interés, claro, pero entusiasmo, al fin y al cabo.

Normalmente Anna solía ponerle la cabeza como un bombo en los vuelos – que rara vez eran cortos, en su caso – a fuerza de parlotear, revolverse en el asiento, pasearse a lo largo del corredor o importunar al pasaje con preguntas inquisitivas. Pero la niña que tenía sentada al lado en aquel momento permanecía silenciosa a inmóvil, a ratos mirando por la ventanilla, a ratos dormitando levemente. No quiso comer, no quiso dormir, y contestó a todo con monosílabos.

Lara no tenía ninguna intención de presionarla a que hablase. De todos modos, ya sabía todo lo que tenía que saber. Estaba enfadada con ella, estaba enfadada con él y, a sus catorce años, no sabía cómo manejar ese enfado. Por primera vez, ninguna de sus peticiones y protestas era atendida. Ni bien, ni mal. Simplemente no sabía cómo reaccionar.

Así que, por su parte, Lara aprovechó aquella repentina calma para reflexionar ella misma. Y, para cuando el avión tomó tierra en el aeropuerto del Cairo, ya había tomado una decisión.

(...)

Anna recobró su aparente vitalidad a la vista de Jean Yves, que, para variar, había ido a recogerlas al aeropuerto - cosa jamás vista anteriormente. Debe estar realmente impaciente, pensó Lara con sarcasmo mientras miraba a su hija, de pronto alegre y pizpireta de nuevo, correr hacia el tío Jean y saltarte encima como una rana, engancharse a su cuello y estamparle un pegajoso beso en la mejilla, cosa que él toleró sin quejarse. Mírala, gruñó Lara interiormente. Ya se le ha pasado el enfado.

- Queguida Laga, ¡no sabes cómo me alego de que cambiagas de opinión! – sonrió el egiptólogo mientras corría a abrazarla efusivamente. Como otras veces, Lara se limitó a tolerar su abrazo. – Ya no sabía qué haceg paga convencegte de que viniegais. – escrutó por encima del hombro de Lara - ¿Dónde está Kugtis?

Todavía agarrada a su enorme brazo, Anna alzó la vista hacia Jean.

- Papá no ha podido venir, está en una misión importante. – recalcó la última palabra alzando el dedo – Pero me ha enviado a mí en representación de los Lux Veritatis.

Lara se cubrió discretamente la boca al tiempo que Jean reía abiertamente.

- Très bien! Entonces no pegdamos tiempo. Vamos a veg qué es lo que esos ilustges caballegos quieguen de ti, n'est pas?

Pero la exploradora británica alzó una mano, deteniendo el entusiasmo burbujeante del francés.

- Alto ahí. Esos caballeros están bien muertos. Han esperado, seguramente, mucho tiempo para entregar tan importante mensaje – miró de reojo a la niña, que la observaba fastidiada – por lo que no importará que esperen un poco más. Descansamos esta noche en el hotel, y mañana partimos hacia al-Fayoum, ¿entendido? – resignada, Anna asintió y corrió a coger su equipaje, momento en que Lara se inclinó hacia Jean y le susurró – Tengo que hablar contigo antes.

(...)  

Entró en la pequeña habitación de motel delante de Kurtis, y no pestañeó cuando él cerró la puerta tras ellos. La habitación, con decir que era horrenda e inmunda, era decir bien poco. Él no se disculpó ni perdió tiempo en buscar excusas. Ella tampoco las estaba buscando.

- Te quedarás aquí hasta que te dé nuevas instrucciones. - indicó el exlegionario, dejando caer una bolsa sobre la fétida cama. - Vendré de vez en cuando a verte, y te traeré comida, pero no puedes salir de aquí. ¿Está entendido?

Tomb Raider: El LegadoWhere stories live. Discover now