Capítulo 13: Destino

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Era como caminar dentro de un sueño.

Podía tener ya catorce años y considerarse, en muchos aspectos, ya una mujer, pero lo cierto es que seguía siendo una niña. Un niño nunca duda de sus padres, confía en ellos, cree en sus palabras. Ella no era para nada distinta y además los lazos que la unían a Lara y a Kurtis eran todavía más estrechos, pues había sido instruida para confiar, para obedecer, para actuar rápido, tanto sola como en equipo, pues de ello dependía su seguridad cuando viajaba con ellos por el mundo.

Pero tener ante los ojos la constatación de que lo que ellos le habían contado era real, que había sucedido, pese a que les hubiera seguido creyendo a pies juntillas independientemente de si lo veía o no, era una sensación gratificante, eufórica.

Allí estaba la tumba de Loanna, y era tal cual ellos se la habían descrito. La sala circular, grande, con restos de hollín y piedra chamuscada allá donde el poder de Karel había impactado. El bellísimo sarcófago blanco en el centro, con la dama reclinada, delicada, hermosa.

- Omnia vulnerant, ultima necat. - recitó mientras se acercaba, aun antes de incluso leer la inscripción bajo la figura, puesto que la conocía de memoria. - Todas nos hieren, mas la última nos mata.

Y allí, junto a la placa inscrita, aún estaba los restos de sangre seca. La sangre de su padre, que se había golpeado la cabeza después de que el Nephilim lo estrellara contra el sarcófago. Todo aquello había ocurrido mucho antes de que ella naciera, mucho antes, incluso, de que fuese concebida o de que ella fuese una mera posibilidad. Pero allí estaba, en fin, la prueba. Todo era verdad.

¿Y ahora qué?, pensó, mirando la bella faz esculpida. ¿Se supone que tengo que decir algo? Se sentía como una tonta allí plantada. Lo mejor era decir alguna tontería.

- Ehm, esto, hola, lady Loanna. - murmuró, y luego se dio una palmada en la frente. Vaya idiot...

Bienvenida, Anna Heissturm.

La niña dio un respingo y se giró bruscamente. No había nadie. De pronto sintió que le temblaban las piernas. No estoy asustada. No estoy asustada.

No lo estés. La voz era cálida, suave, tierna como la de una madre. Bueno, la de cualquiera menos la suya, estaba claro. Todavía temblando, pero arrebatada de curiosidad, Anna rodeó el sarcófago. No te haré daño, insistió la voz.

Había algo sentado en los escalones que daban acceso a la parte trasera del sarcófago. Una niebla, una disrupción en el aire, era difícil de decir. Parecía una mujer. Largos cabellos, largo vestido.

- ¡Un fantasma! – exclamó Anna sin querer, mirando boquiabierta la aparición.

La figura alzó el rostro, y durante una fracción de segundo la niña pensó que iba a ver una calavera, un zombi, un monstruo, cualquier cosa. Pero era una mujer joven. Joven, bella y triste, que le sonrió con melancólica sonrisa.

Saludos, hija de mi benefactor, hija de la heredera de mi legado. Inclinó la cabeza de nuevo y Anna vio que sostenía una larga daga en su regazo. Gracias por venir.

Anna chasqueó la lengua y miró a su alrededor, sintiéndose muy rara de pronto. Allí estaba, hablando con esqueletos andantes y fantasmas del pasado. Pensó en hacer sus propias preguntas, pero la que fue la primera Amazona la interrumpió.

Habrá tiempo para eso, pequeña. Pero ahora debes escuchar.

- Te... te escucho. - balbuceó ella.

¿Recuerdas el mensaje de tu abuelo?

Un sudor frío le recorrió la espalda. Se quedó mirando, boquiabierta, la etérea silueta de Loanna.

Tomb Raider: El LegadoWhere stories live. Discover now