Capítulo 16: Estallido

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Levantó otra gamba de las muchas que adornaban el enorme cóctel, agarrándola con dos dedos por la cola. Después de asegurarse de que nadie la observaba, estiró la mano hacia el enorme bol de cristal que contenía el ponche y la dejó caer dentro. La gamba se hundió con un plof sonoro y fue a reunirse con el resto de las damnificadas por su aburrimiento.

La fiesta de presentación de la tesis de Selma continuaba, y ella nunca se había aburrido tanto en su vida. Había intentado estarse quieta, pasear, quedarse callada, hablar con gente al azar, no tocar la comida, comer, y no tocar la bebida.

No había manera. Se moría de aburrimiento, así que se puso tras la mesa del enorme, inmenso buffet de la Universidad de Istanbul, y tras asegurarse que todos habían perdido interés en ella – al fin y al cabo, era su madre la que seguía llamado la atención – cogió todas las copas planas de champán, las ordenó en fila y se dispuso a poner en práctica un truco que le había enseñado Zip hacía tiempo. Mojó cuidadosamente los dedos en el champán y, a continuación...

- ¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?

Anna se giró, sobresaltada. Su padre estaba junto a ella, mirándole fijamente - ¡qué guapo estaba con su esmoquin negro! – y, si uno se fijaba lo bastante, hasta podía ver el delicado cable transparente que surgía de su oído y se perdía por su nuca y la espalda de su chaqueta. Los ojos azules relampagueaban. Luego se movieron hasta fijarse en el mar de ponche, sembrado de gambas flotantes y hundidas.

- Me aburro.- suspiró la muchacha, y abrió las manos en gesto culpable. – Este rollo no se termina nunca.

Kurtis soltó un largo suspiro. En el escenario a unos cuantos metros, más allá de la apretada multitud, el "rollo" continuaba. Selma Al-Jazeera, radiante, aferraba con ambas manos un micrófono y salpicaba de anécdotas amenas su discurso de homenaje y agradecimiento. El tribunal había dado la máxima puntuación a su tesis y no cabía en sí de dicha. La multitud, congratulándose con ella, la acompañaba con risas y murmullos corteses.

- Reza para que siga siendo un rollo. – dijo el exlegionario, mirando a su alrededor irritado – Quizá sea lo mejor que nos pueda ocurrir esta noche.

- Pero no hay señales de ese imbécil. – Anna se frotó un ojo, olvidando que lo tenía maquillado y corriéndose el rímel de una forma muy cómica – Así no vamos a tener éxito.

Su padre parecía no escucharla, de hecho, seguía mirando a su alrededor con expresión fúnebre. Luego, murmuró:

- ¿Dónde está tu madre?

- Cerca del escenario, escuchando a tía Selma. Está harta de tíos rodeándola toda la noche, como hormigas que van a la miel. – se arrepintió casi al instante de decir aquello, pero ya estaba. Intentó ignorar la expresión de su padre – Eh... bueno...

- No quiero que estés aquí sola. Ve con ella. ¿Estás bien? ¿Alguna alteración? ¿Algo como lo que hemos hablado?

- No, no. Pero...

- Ve con tu madre. Necesito que me espantes a los moscones. – Kurtis esbozó una sonrisa triste – Y seguro que las gambas también lo agradecen.

- Sí, papá. – dijo ella calmadamente, y se deslizó entre la multitud, hacia el escenario. Él la observó alejarse. Se estaba volviendo más esbelta, más alta, más grácil. Estaba creciendo a ojos vistas. Cada vez un poco más de su madre, al menos en lo físico. Siempre había odiado ponerse vestidos, por lo que seguía llevando sus habituales trajes de chaqueta y pantalón.

Kurtis observó con aire ausente el genocidio de las gambas, y luego suspiró. Aquel evento se le estaba haciendo muy largo, y la noche no había hecho más que empezar.

Tomb Raider: El LegadoWhere stories live. Discover now