14. Torbellino

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Una canción de Bruce Springsteen sonaba desde el estero, Jeno movía la cabeza al ritmo de la batería, sus pies descalzos se deslizaron por el departamento recogiendo las prendas del mocoso y sus manos las doblaron con suma precisión, dejando la pequeña pila en el sofá y las converse cargadas de brillantina cerca de la entrada.

No podía creer que su día libre hubiese comenzado de esta manera. Eran las 8'am y él seguía poniendo en orden todo con lo que el torbellino durmiente en su cama había arrasado. Suspiró, acercándose a la mesita del centro para levantar la tapa olvidada del helado. El chocolate que se había derretido encima de la alfombra despertó un deseo primitivo en Jeno, el cual jamás podría expresar en voz alta porque estaba seguro de que "Asesinar al chico dorado de Corea" ameritaba una sentencia perpetua.

Miró hacia el pasillo que daba a la única habitación. ¡Al diablo con las leyes, iba a matar a ese tornado!

La siguiente canción fue una broma cruel del destino. Roy Orbison cantó «Pretty woman that you look lovely as can be. Are you lonely just like me?». Jeno arrojaría el estero por la ventana y luego arrastraría a ese gran problema fuera de la cama.

Dios. Él se consideraba a sí mismo un tipo firme que no dejaba sus convicciones caer ante ninguna sonrisa bonita. Pero allí estaba, fregando la cuchara que Jaemin había lamido y preguntándose cuándo fue que se convirtió en un blandengue por ese demonio con rostro de ángel.

Un bonito demonio que le llamaba prostituto y esclavo cada vez que tenía la oportunidad.

Se apoyó en el lavabo con la lengua empujándose contra la pared de su boca, pensando en que hoy sería un día de mierda y él no estaba en la mejor condición para afrontarlo. Limpió sus manos en el repasador y caminó fuera de la cocina. Bien, al menos todo estaba en su lugar exacto ahora.

Lo primero que detectó al entrar en la habitación fue un par de piernas desnudas que estaban abarcando la mayor porción del colchón. Jeno se agachó para quedar a la altura del cabello rubio de Jaemin que caía hacia abajo justo como su cabeza.

Puso las manos alrededor de su boca y gritó.

-¡Despierta!

El engendro del mal que roncaba suavemente se removió para seguir durmiendo. Jeno se preguntó como era posible que pudiese sentirse atraído por alguien que no solo usaba ropa ajena sin preguntar, sino que además estaba babeando su camiseta favorita justo en este instante. Iba a volverse loco, de eso no cabía duda, porque a pesar del desastre que era Na Jaemin en su vida... como que no pudo hacerse el tonto al querer estirar los dedos y acariciar la piel sedosa que se había sentido tan bien la noche anterior.

Desencajó la mandíbula al encontrar una mancha de crema inglesa en los pantaloncillos que Jaemin usaba. ¡Sus pantalones!

Quizá podría matar al mocoso y arreglárselas para que nadie lo descubriese...

Joder.

¿Cuándo fue la última vez que Jeno dejó que alguien entrase en su casa, se probase su ropa y además destruyese su perfecto orden?

Definitivamente había perdido algunos tornillos en estos días, eso, o estaba sufriendo una intoxicación por tanta brillantina. Suspiró, sentándose en el borde de la cama y moviendo ligeramente el hombro de Jaemin. Los ojos marrones, tan hermosos como perezosos, le miraron irritados al abrirse por primera vez.

-¿Ya está el desayuno? - preguntó Jaemin, su voz ronca tornándose en un ronroneo al gatear fuera de la cama. -Necesito cafeína o estaré de mal humor todo el día.

Los pantalones cortos y la camiseta con una frase gastada no eran las prendas más estilizadas del mundo, es decir, Jeno no era del tipo de persona que gastaba sus ahorros en moda. Más bien valoraba lo que tenía y lo usaba hasta que se convertían en harapos. Y, sin embargo, con ellas puestas Jaemin se las arreglaba para lucir como si estuviese listo para una sesión de fotos.

𝐓𝐚𝐤𝐞 𝐎𝐧 𝐌𝐞 - {𝙽𝚘𝙼𝚒𝚗}Where stories live. Discover now