19. Te necesito

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The band camino - Break me

Estar preso de un delirio era una monstruosidad.

Sus dedos fueron apretados, retorcidos y masacrados, el dolor le llevó a jadear por el poco aire que aún ingresaba en sus pulmones, a estos los comprimía el funesto peso de un cuerpo grande y apestoso. Era como tener un cadáver encima. Como haber cruzado por una avenida en el momento exacto de un derrumbe y que el pedazo más grotesco de cemento haya caído en tu cuerpo. Jaemin arañó la carne blanca y floja que le sujetaba las costillas, luchó contra los dedos que se le hundían en el pliegue de los muslos.

El primer golpe le dejó desorientado, la habitación girando para jamás detenerse. Sus piernas convertidas en un mausoleo de moretones que, si tenía la suficiente suerte para sobrevivir, entonces debería evitar mirar al cruzarse por un espejo. Quizá los retiraría de todos lados, importándole poco y nada cuán mal pudiese verse... era mejor que vivir con ese fiel recuerdo de lo que esta bolsa grotesca de carne putrefacta y huesos pesados le había hecho.

Se despertó con un grito que le trepó por la garganta y se detuvo al enredarse con su reseca lengua. La camiseta que usaba estaba pegada a su cuerpo transpirado. Arrastró los dedos por el cabello empapado, dudando de si podría haber llovido en la habitación, pero todo estaba seco, a excepción de él.

Entonces miró el espejo de pie a un lado de la cama. El grito siguió allí, ahogándole casi tanto como las manos del cerdo que le había comprimido en pesadillas, como si no fuese más que una lata de gaseosa. Ahí fue cuando el pánico regresó.

Tropezó con las delicadas sábanas de seda, la alfombra afelpada le recibió al bajar al suelo. Abrió las inmensas puertas de la habitación y evitó observar las sombras de la noche que, amenazantes, surcaban la sala de estar. Tenía el corazón saltando contra sus costillas, enviándole una descarga de electricidad terrible que subió su nivel de cortisol a las nubes.

Su hombro chocó con la entrada, gruñó al encontrarla cerrada. La horrorosa sensación de que algo acechaba a su espalda le persiguió sin descanso, y tuvo miedo de girar para comprobar que allí no había más que él y su estúpida paranoia. Dedos trémulos teclearon la contraseña y agradeció a cuál sea el santo que estuviese en vigilia esa noche cuando pudo empujar el picaporte.

El hombre de traje negro y corbata enroscada alrededor de su cuello se puso de pie en cuanto le vio aparecer. Jaemin aspiró profundo, deteniendo sus pasos, las mejillas al fuego vivo y las pupilas dilatadas.

Un «Te necesito» fue sepultado al encontrar el rostro del guardaespaldas.

-¿Se le ofrece algo, sr. Na?- dijo Mingi, sacando las manos del bolsillo y poniéndolas detrás de su espalda.

Jaemin retrocedió. Una jaqueca comenzaba a infectarle el cerebro.

-No, no...- Cuadró los hombros, el mentón subió y los nudillos se le volvieron blancos alrededor del picaporte. -Todo en orden, vuelve a tu puesto.

Cerró las puertas detrás de él, respirando igual de entrecortado que antes, aunque ahora, al terror se le sumaba la vergüenza. Arrastró las manos por su rostro, riéndose de sí mismo.

-¿Qué diablos pasa contigo? - susurró a la fría y gigantesca soledad.

Caminó de regreso a su habitación. Admiró la cama que estaba hecha un desastre y se desplomó sobre el colchón, este se hundió mínimamente. Entonces observó la sombra en forma de un asesino en serie y saltó hacia atrás, estirando el brazo para agarrar su móvil y encender la linterna.

Temió que todo le vecindario fuese a escuchar el barullo de su corazón.

-Idiota.

Se dijo, una vez descubrió que el supuesto "asesino en serie" no era más que su perchero con el abrigo de piel falsa que Chittaphon había dejado para él. Aún así, no pudo volver a conciliar el sueño, sintiendo que en cualquier momento alguien capturaría sus tobillos o que un cuchillo se incrustaría entre sus omoplatos. Así fue como decidió mantener la luz del baño encendida y las puertas del ropero abiertas. Eso no fue todo... muy a su pesar, se movió de prisa a la cocina y tomó el cuchillo más filoso que tenía, ese que su padre le había enviado una vez para que «deshuesara el pescado tal cual él le había enseñado». Resta decir que Jaemin jamás lo usó, pero logró sentirse un poco más de seguro al tener el mango justo debajo del colchón, sabiendo que solo le haría falta estirar los dedos para conseguirlo.

𝐓𝐚𝐤𝐞 𝐎𝐧 𝐌𝐞 - {𝙽𝚘𝙼𝚒𝚗}Where stories live. Discover now