12. Bestias mimadas

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Esperó en el primer piso de su edificio, con la nariz hundida dentro de la bufanda y las orejas brillando escarlata debajo del cabello platinado. Lucía nervioso e intimidado, una cosa jamás antes vista si se lo preguntaban a cualquiera que tuviese el honor de conocerle.

Se balanceaba sobre los talones, esquivando la mirada de todos los empleados e inquilinos que subían y bajaban. Le miraban como si fuese una aparición digna de presenciar al menos una vez en la vida, porque Na Jaemin no solía relacionarse con nadie.

No era una mala persona... quizás pecaba de tener un ego inmenso y una necesidad por alejarse de las complicaciones exteriores. Pero no era tan malo. Por supuesto no sería el tipo de persona que frena en mitad de una tormenta para cederle su paraguas a un niño. Jeno si lo haría. Y eso le hacía dudar cada vez más de sí mismo. Es decir, qué diablos hacía su guardaespaldas invitando a una persona como Na Jaemin a una reunión con sus amigos cercanos.

-Esto es una locura -masculló, comenzando a girar rumbo al ascensor.

Si. Se escondería en su habitación y diría que había pescado salmonella o que se sometería a una operación de adelgazamiento de tobillos y necesitaba descansar para ello. Cualquier excusa serviría. Excepto que su móvil vibró en ese momento y el mensaje le aceleró el corazón.

Salió del edificio, la mirada gacha y la visera de la gorra cubriéndole el rostro. El frío se esfumó una vez estuvo dentro del auto que le recordaba a esos modelos antiguos que aparecían en pelis como El Padrino.

-¿No vas a saludarme?

No, no lo haría. Porque hacerlo significaba mirarle y Jaemin estaba nervioso de que su guardaespaldas lograse ver cuan destrozado se encontraba el día de hoy. Entonces le escuchó suspirar y el aroma al que se estaba acostumbrando le envolvió. Infló el pecho, reteniendo la respiración para no soplar sobre la mejilla de Jeno, quien ajustó el cinturón de seguridad alrededor de Jaemin.

-No soy un niño...

Jeno regresó a su lugar con una sonrisita lenta.

-¿No lo eres?

-Claro que no y... espera... ¿Me dejarás ir adelante?

-Bueno, no es la limusina y no estoy en horario de trabajo. Solo somos tu y yo, normal.

Esas palabras no debieron remover tantas cosas en el pecho de Jaemin. Pero habían calado profundo y tuvo que apretar los puños entre sus muslos para no demostrarlo. Miró a su alrededor, a la envoltura de doritos arrugada en el cenicero, al aromatizante en forma de pino que se balanceaba en el espejo retrovisor, al hombre que iba detrás del volante luciendo una chaqueta de jean y pantalones oscuros, nada parecido al traje negro y la maldita corbata.

-¿Es tuyo? -preguntó, subiendo el volumen de la radio. La voz de Bruce Springsteen sonaba distorsionada debido a la estática.

Jeno carraspeó.

Jaemin le observó.

-Era de mi padre, está un poco descuidado, pero hacíamos viajes en carreteras en esta chatarra todo el tiempo y jamás nos dejó a pie.

Jaemin pasó los dedos por la guantera como si eso fuese a dejarle chusmear lo que allí había sucedido. ¿Estaba mal decir que se encontraba un poco celoso de un fierro viejo? Pero esta cosa antigua había visto crecer a Jeno, tal vez hasta le había visto dar su primer beso... Nop, esa parte no quería saberla. Se recostó en el asiento, apoyando la frente en la ventanilla. Afuera los focos comenzaban a encenderse y las tiendas cerraban sus puertas.

-¿Cómo son ellos?

-Los vas a amar- le dijo Jeno, acomodándose frente al volante-, están un poco desquiciados, pero tu también lo estás así que podrían congeniar.

𝐓𝐚𝐤𝐞 𝐎𝐧 𝐌𝐞 - {𝙽𝚘𝙼𝚒𝚗}Where stories live. Discover now