4. Romeo + Julieta

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Jaemin no lo supo enseguida. En realidad, aún no lo sabía con certeza. Es decir, él no había experimentado todas esas emociones que deben ser experimentadas para saber qué es lo que realmente te gusta.

Sucedió un día, mejor dicho, una tarde de verano cuando aún era un chico pobre viviendo en un pueblo pesquero con su familia. Fue cuando lo descubrió. Y no hubo mejor forma de saberlo que con la ayuda de una vieja película destruida por la crítica.

Había estado en el sofá con las manos sudorosas y la ropa pegada al cuerpo. En su casa había un único ventilador que marchaba a pedal y no podía girar porque el ruido que hacía era insoportable. Todos los demás niños jugaban en el exterior, en cambio, Jaemin no podía apartar la mirada del viejo y pequeño televisor.

Romeo + Julieta se reproducía por primera vez.

Y Jaemin debía admitir que Julieta era dulce y realmente hermosa pero su corazón no latía por ella, ni su cuerpo se emocionaba al verla... en cambio, cuando Leonardo DiCaprio aparecía, con el rostro magullado y la camisa desabrochada... Jaemin definitivamente sentía demasiadas cosas sucediendo dentro suyo.

Y así lo supo, o por lo menos fue el primer indicio.

El segundo indicio estaba sucediendo justo ahora, en el presente.

Jaemin se encontraba nervioso, mordisqueando como un desquiciado las uñas carcomidas de sus manos. Una bufanda holgada le cubría la mitad del rostro congelado por el crudo invierno. La ropa negra no era exactamente su favorita, pero le ayudaba a pasar desapercibido. Estaba en la entrada del edificio donde vivía, Lee Jeno parecía relajado a su lado, o, mejor dicho, a un metro de distancia como era lo indicado por el protocolo.

Y Jaemin no podía dejar de observarle, claro que no era de su agrado y mucho menos de su estilo. A Jaemin no podía resultarle atrayente este hombre quien lucía como un robot y se comportaba como un iceberg. Parecía tener pocas emociones en su haber y ser un aburrido snob con un armario repleto de camisas blancas y corbatas lisas, mientras Jaemin era puro brillo y sentimientos explosivos.

Pero la mente humana era algo sumamente complejo de entender, así que Jaemin no protestó cuando sus ojos se detuvieron en la boca delgada de su guardaespaldas, su cerebro maquinando distintos escenarios para un beso.

-¿Cuándo vas a hacerlo?

Las palabras escaparon de él con acidez, sonó enojado y demandante, y no se avergonzó a pesar de la sangre corriendo a su rostro. Jeno miró el reloj en su muñeca antes de torcer la cabeza hacia él.

-¿A qué se refiere?

-Idiota...- susurró Jaemin. Señaló con su dedo los labios finos y luego los suyos un poco más gruesos.

Jeno suspiró hondo. La realidad era que se había olvidado un poco del tema. La noche anterior la había pasado en el hospital, durmiendo en esa incómoda silla al lado de la cama donde su padre reposaba. Ahora tenía como trabajo aguantar las quejas de este muchacho cuyo mayor problema en la vida era debatirse entre cual color iba mejor con su tono de piel. Sinceramente, darle un maldito beso estaba último en su lista de prioridades.

Sunny llegó en ese momento, corriendo en altos tacones brillantes y con demasiadas carpetas en sus manos, dos de ellas fueron empujadas contra el pecho de Jeno.

-Son los horarios de Jaemin, serás su chofer hasta que el jefe contrate a alguien decente.

Jeno alzó una ceja.

-¿Qué pasó con el Sr. Kim?

-Sufrió un colapso anoche, está internado... un tumor o algo así.

A Jeno le sorprendió lo desinteresada que la mujer se vio y al parecer a Jaemin tampoco le importó demasiado. Se preguntó horrorizado si todos los de la industria eran de esta manera. Jeno solo podía pensar en que estas personas eran la cúspide de la superficialidad, seguramente superarían al clan Kardashian.

𝐓𝐚𝐤𝐞 𝐎𝐧 𝐌𝐞 - {𝙽𝚘𝙼𝚒𝚗}Where stories live. Discover now