5. La llegada del Hijo del Alfa

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—Ay!— Le doy una palmada a otro mosquito que vuela alrededor de mi cabeza y termino golpeándome en el cuello.

Hay como un millón de pequeños chupasangres en el bosque. Solo he estado caminando durante diez minutos y ya estoy lleno de picaduras.

Los bosques en sí son exuberantes y verdes. La forma del arbol me da un ambiente sombreado. Hay grandes raíces esparcidas que se elevan del suelo, enroscándose sobre sí mismas como serpientes gigantes. Los árboles son tan altos como rascacielos, con enredaderas que los envuelven como las luces de un árbol de Navidad.

Alcanzo a ver más rocas a medida que me dirijo a la base de las montañas. Tengo un poco de tiempo antes de encontrarme con Katie, y prefiero estar aquí dibujando, que en mi cabaña con mis compañeros que juegan a la lucha libre.

Veo una roca más allá que parece lo suficientemente alta y seca como para sentarse. Me cuesta un poco llegar a la cima, pero una vez que estoy allí, trato de ponerme cómodo. Con mi lápiz en la mano, empiezo a dibujar el paisaje.

Siento la tenue brisa por el bosque, agita las hojas y se mezcla con el sonido de los insectos y el canto de los pájaros.

Me dejo perder en mi dibujo. Y entonces..

¡Me quede dormido!

Un fuerte crujido, como si alguien pisará una rama, me sobresalta.

Giro para ver de dónde viene el sonido, pero giro demasiado rápido y pierdo el equilibrio. Antes de darme cuenta estoy cayendome hacia atrás. Hago un extraño ruido de pánico, aterrizo justo en el barro.

Me resigno.. me acuesto y deseo que la tierra me trague entero.

Entonces escucho risas.

—Qué elegante, cabeza hueca¹—dice una voz, una voz que envía escalofríos de ira por mis venas.

Miro hacia arriba y encuentro su cara estúpida mirándome fijamente. Es el idiota de la ciudad.

¿Está aquí para el festival? ¡Así que es un lobo después de todo! ¡Lo sabía!
Es por eso que mis sentidos me hormigueaban. 

Me pongo de pie y hago lo mejor que puedo para limpiarme un poco el barro de la barbilla.

—No tienes que ser un idiota, sabes— le digo—Podrías haberme ayudado a levantarme en lugar de reírte.

Este tonto no deja de reírse—Verte luchar es mucho más agradable.

¡Qué imbécil!

—Sabes que solo me caí porque me sorprendiste, ¿Qué haces escabulléndote por aquí de todos modos? ¿No deberías estar mezclándote con todos los demás campistas sin cerebro?

—Yo podría preguntarte lo mismo.

—Necesitaba un poco de aire— digo, limpiando más barro de mi cara—Y privacidad. ¿Cuál es tu excusa? ¿Eres una especie de acosador?—El levanta una ceja.

—Estaba ocupándome de mis propios asuntos, cuando empezaste a agitarte como un pollo ridículo—De nuevo, se ríe y mi cara se siente caliente.

—¡Deja de reírte!

—Lo siento—dice, tan genuinamente como una tarjeta de felicitación de una gasolinera—Es solo que... te veías muy divertido y...—olfatea el aire y arruga la cara—... apestas por completo.

—¡¿Qué?! Yo...— olfateo mi ropa y me doy cuenta de que tiene razón.

El lodo en el que caí era más que rancio. Y estoy cubierto de lodo—¡Esto es tu culpa!—grito.

El Hijo Del AlfaWhere stories live. Discover now