Prólogo

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 Wakefield, West Yorkshire

Con los dedos de los pies chocando contra la desgastada piedra gris, Joanne estiró el cuello y miró hacia la pared que se alzaba ante ella con gruesas enredaderas serpenteando hacia arriba.

Ella podía hacer esto. Lo había hecho cientos de veces junto a su hermano mientras crecían en Ullapool.

Extendió la mano, sus dedos enguantados de cabritilla envolvieron la pesada enredadera y tiraron de la misma, probando así su resistencia.

Robusto.

Lo suficientemente resistente para su peso.

Una rápida mirada a su derecha y el suave resplandor de cientos de antorchas encendidas en los terrenos del castillo de Hastings titilaron alrededor de la curva de la alta torre que marcaba el final de este muro. Entre ello y la luna llena que iluminaba desde lo alto, podía discernir la línea que tendría que tomar hacia arriba para poder entrar a la habitación del duque por la ventana abierta en el tercer nivel.

Cuando ella y su doncella Annmarie, condujeron a sus caballos a través de los espesos bosques en el lado noroeste del  castillo hexagonal hace dos días, escudriñado las antiguas piedras de color canela rojizo. Hicieron el reconocimiento de la propiedad descubriendo que esa era precisamente la recamara perteneciente al duque y que por alguna extraña razón el hombre dormía con las ventanas abiertas de par en par, algo muy conveniente ahora mismo. Con eso facilitaba mucho lo que ella tenía planeado para él.

El castillo era majestuoso, una formidable sede de poder. Lo que confirmaba qué, si todos los rumores que había descubierto sobre el hombre que vivía aquí eran ciertos... bueno, esperaba que la suerte estuviera de su parte dando el primer golpe. Tragó saliva y miró hacia arriba. El grosor de las enredaderas colocadas por el costado de esta pared era perfecto. Eso combinado con la fiesta en honor al matrimonio de la hermana del duque, trasladaba toda la atención a los jardines en la parte frontal de la casa, el momento no podía ser mejor. 

Subir y entrar en el castillo era la prioridad, luego se enfocaría en arruinar al hombre.

El duque de Hastings, el hijo del escándalo, un hombre tan malvado y cruel, un azote frío y despiadado sobre la tierra, un hombre que se enorgullecía de su sobrenombre. Había sido marcado desde su nacimiento por el mismísimo diablo, poseía una mirada intensa con un ojo de un color azul celeste y el otro de un tono café, sería bastante fácil reconocerlo ya fuera por su mirada o por la pequeña cojera que tenía al caminar. No lo conocía en persona, pero con todas las descripciones que recibió sobre él, se imaginaba que el hombre debería ser lo más parecido a un monstruo.

Tenía un largo historial de escándalos a su espalda, desde poseer una fundidora y trabajar con ingenieros creando máquinas de vapor, algo inusual y bastante desaprobado en un noble, hasta el haber retado a su propio padre a duelo por el amor una cortesana, con la que se presumía tuvo un hijo al que había dejado tirado en un orfanato. Incluso, se decía que tenía viviendo a su pobre madre sola, lejos de él en una casa cerca de la frontera de Inglaterra con escocia. No había duda este hombre cruel era el responsable del incendio en las tierras vecinas a la casa de su abuela. Un incendio que se había llevado la vida de una familia entera y también  la de su querido hermano Rannoch.

Este hombre necesitaba pagar por sus pecados y ella era quien lo obligaría a hacerlo.

Ajustó la fina muselina de su vestido entre las piernas, Joanne frunció el ceño. Los pantalones habrían sido preferibles para escalar, ella siempre había recibido reprimendas de Rannoch por robarle los pantalones cuando eran jóvenes. No obstante, ella sabía que en el fondo él prefería que fuera así, una chica que trabajaba con su ingenio para conseguir sus propósitos. Pero en este momento, no tenía acceso a ropa masculina. El vestido  oscuro, aunque no era un vestido de fiesta como tal era bastante fino, sería una buena tapadera si alguien pasaba por allí. Fácilmente podría afirmar que acababa de llegar a la celebración de la boda, una pariente lejana de los Cautfield.  Eso le daría suficiente margen de tiempo para correr por el bosque hacia su caballo, escondido más allá de la línea de los árboles antes de que el duque llegara y pudiera verificar que era una vil desconocida.

El Duque del EscándaloWhere stories live. Discover now