Epílogo

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Dominic se paseaba impaciente por el pasillo, encogiéndose con cada grito que resonaba en el dormitorio de arriba. ¿Quién hubiera imaginado que su dulce esposa podría causar tal alboroto? Y todo era culpa suya. Incluso mientras Danbury y Edward se mofaban de él, porque después de todo: —¿no se suponía que esta era la ocasión más feliz? —se aborreció a si mismo por infligir tanta miseria a la mujer que amaba.

Nunca más, se prometió a si mismo. Nunca más.

Habían descubierto el estado de Joanne durante su viaje a Francia, habían llevado a Charlie a conocer el país que llamaba su atención. Habían explicado todo a la niña y ella había perdonado las duras palabras que su esposa había soltado por su bien.

Cada día se sentía más enamorado de Joanne,  por eso sentía el alma en un hilo con cada grito que ella soltaba.

Un barullo en la entrada de Hastings llamó su atención y lo sacó de su ensimismamiento.

La nueva visitante era ni mas ni menos que su hermana, lady Hannah y su esposo el marqués de Songstrum, que finalmente habían vuelto de Italia. Según su última carta la investigación había sido bastante fructífera y habían hecho una pequeña gira por algunos países. Pero ahora pensaba quedarse por un tiempo en Inglaterra, puesto que su esposo quería tomar con todas las de ley las obligaciones que conllevaba su título.

—¿Qué es todo este alboroto con el que me encuentro? —inquirió su hermana con la picardía que la caracterizaba.

—Tu hermano está sufriendo porque vive de primera mano el milagro de la vida, aparentemente no es tan lindo como lo imaginó —bromeó Danbury, con una sonrisa de oreja a oreja—, y el muy terco se niega a beber una copa para calmar sus nervios. Por cierto, bienvenida de vuelta a Inglaterra, lady Hannah, Songstrum.

—¿Qué? ¿Mi hermano se está convirtiendo en padre? Nunca pensé que vería el día en que el duque de Hastings perdiera una apuesta y que lo hicieras contra mí, lo cuál lo hace aún más divertido, hermanito —se burlo Hannah, estirando la mano, para que Dominic pagara su deuda.

—No puedo creer que me estes cobrando en este preciso momento, al menos deberías esperar a que nazca tu sobrino —gruñó Dominic.

—Entonces, ¿piensas cumplir las cosas que prometiste cuando todos vimos lo evidente y te negabas a aceptar lo que pedía tu corazón? —inquirió Edward, entrecerrando los ojos, lanzando una mirada perspicaz—. ¿Cuál será el nombre que tomaras para tu primogénito? ¿Edward, Gilroy, Percival o Perl?

—Ambos están locos —bramó, quedándose totalmente quieto.

Los gritos y llanto de Joanne cesaron.

Todo estaba en silencio ahora. Dominic dejó de pasearse y se volvió hacia las personas en el pasillo. A pesar de su comportamiento informal Hannah ahora estaba casi tan ansiosa como él.

—Debería subir —dijo Dominic por lo que debió ser la centésima vez—. Ella me necesita, y…

—La señora Pollie te echara inmediatamente, como las tres veces anteriores, déjaselo a las mujeres y el doctor ellos entienden de esos asuntos —dijo Danbury, señalando con la mano hacia arriba. 

—Yo soy mujer y no me interesa estar allí —apuntó Hannah.

—Una mujer poco convencional si me preguntan —bromeó Songstrum, abrazando a su esposa.

El consejo de Dambury era sensato, pero Dominic descubrió que el silencio era aun mas ensordecedor que los gritos de su esposa. No pudo soportarlo más y subió corriendo.

—Iré a ella. —Les dijo a todos sin voltear la vista atrás.

Estaba en el cuarto escalón cuando Hettie la doncella de Joanne, apareció en lo alto de las escaleras con un bulto en los brazos.

El Duque del EscándaloWhere stories live. Discover now