31. Dagas y espadas.

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Joanne se quedó boquiabierta, su ingenio parecía haberse esfumado, la lengua la sentía pesada y no era capaz de formar una simple frase, esto era el mayor de los escándalos. ¿Qué habría pasado? ¿Sería capaz Annemary de haber ido directamente a Dumnhall, o habría cabalgado Fergus desde Escocia día y noche hasta llegar aquí? Lo mejor seria averiguarlo lo antes posible.

—Fergus…

  Dominic se paró frente a ella, cortando sus palabras y bloqueando su vista de la tormenta inminente que era su primo.

  Dominic levantó la mano por encima de la aglomeración silenciosa de invitados. Tratando de sacarlos de allí.

—Por favor sigan disfrutando de la fiesta, mi prometida y yo nos alejaremos solo unos momentos, volveremos antes de que empiecen a extrañarnos, continúen divirtiéndose, por favor —animó Dominic a la multitud que ya murmuraba sobre lo que estaba sucediendo a su alrededor—. Vamos —instó a Joanne a caminar de su brazo.
Un murmullo recorrió la multitud, algunas personas hicieron un esfuerzo poco entusiasta por moverse para que ellos pudieran abandonar el salón de baile.

  —Vamos. —La voz de Dominic retumbó sobre el grupo.

  Silenciosamente, la gente se volvió y ellos desaparecieron seguidos por Fergus y sus amigos por la salidas del salón de baile hacia el despacho.

Joanne se movió para colocarse correctamente junto a Dominic. Al final terminarían siendo los duques del escándalo. Se encogió de hombros y camino al lado de su esposo imperturbable como una digna duquesa. Aunque por dentro estuviera temblando como una hoja, Fergus le arrancaría la piel a tiras a la primera oportunidad.

  En cuanto llegaron al despacho un lacayo cerró la puerta, y se quedó parado allí para evitar que cualquier chismoso se acercara a escuchar. Fergus se acercó a Joanne e intento tomarla del brazo. —Te sacaré de aquí en este instante. —Su rabia solo había aumentado mientras caminaban por el largo pasillo.

  —Dominic se movió frente a ella nuevamente, impidiendo que su primo la agarrara del brazo. —No vas a llevar a Joanne a ninguna parte.

  La cabeza de Fergus se echó hacia atrás y entrecerró los ojos mientras examinaba a Dominic. —¿No? —Sacó la palabra con intención letal y luego dio otro paso adelante.

  Su primo era enorme, pero Dominic era igual de alto. Igual de mortal.

  Los dos hombres estaban de pie, cara a cara, con ojos asesinos.

—Por el maldito amor del diablo, ustedes dos están actuando como ogros trastornados —grito Joanne, saltando detrás de Dominic metiendo un brazo entre los dos hombres intentando apartarlos.

  —Y estás planeando acostarte con el hombre que mató a tu hermano —bramó Fergus, con amargas palabras emanando de su boca.  

—No sé quién te dijo eso. Pero por tu actitud puedo adivinar que fue la abuela. Déjame decirte que todo lo que nos mostraron no es real. Estaba mal informada —susurró sin aliento. Joanne empujó su cuerpo entre ambos hombres con un gruñido, obligándolos así a dar un paso atrás. Clavó su mirada feroz en Fergus.

—No sabes de lo que estás hablando, Joanne. No sé qué hizo este demonio inglés para traerte aquí. Para que estés de acuerdo con esto, pero no estás en tu sano juicio y te llevaré a casa —siseó Fergus entre dientes, su mirada letal centrándose en Dominic por encima de su cabeza.

  —Maldita sea, Fergus, no, no lo harás.

  Fergus la agarró del brazo.

  En un instante, Dominic sacó su daga y presionó la punta de esta en el cuello de Fergus.

El Duque del EscándaloWhere stories live. Discover now