34. Rabia

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Luego de deambular durante más de una hora y con la vela casi acabada, Joanne tomó la decisión de volver a su habitación. ¿Quién hubiera pensado que una habitación a cinco metros de la suya, la llevaría a pasear por todo el castillo?

Maldita sea Dominic y las buenas formas, por qué permitió que cerrara la puerta que conectaba las recámaras con llave para no caer en la tentación.
Necesitaba hablar con él sobre los planes de Kellogg. Finalmente encontró la puerta que la llevaba de vuelta a su dormitorio, empujó con fuerza la tabla de entrada, solo que está no era su habitación, era la de su primo.

—¿Qué diablos? ¿No se supone que debes estar durmiendo en tu habitación? No me dirás qué pensabas colarte en la recámara de tu marido —siseó con despareció, viéndola entrar furtivamente, intercambiando la mirada entre ella y la puerta.

—No seas tonto, te dije que este lugar era maravilloso y tiene muchos lugares por descubrir.

—¿Y no podrías descubrirlos durante el día? Se supone que este será tu hogar de ahora en adelante, tendrás mucho tiempo para hacerlo —inquirió, elevando una ceja. Demostrando así que no le creía absolutamente nada.

—Me perdí, tratando de buscar a Dominic —respondió dejando caer los hombros—. Necesito hablar con él, pero no queremos...

—Deja de mentir, estoy demasiado borracho aún para tratar de desentrañar todo lo que no quieres decirme, regresa a tu habitación y no salgas de allí hasta mañana, no me hagas dormir en la puerta para evitar que duermas en la cama del maldito inglés.

—No serías capaz…

—No me pongas a prueba Joanne. Tienes suerte de que no haya matado al imbécil cuando trato de colarse a tu habitación hace un rato

—¿Tú hiciste qué? Espero que dejaras de molestar a Dominic, porque si no… yo… —siseó, señalando a la puerta—. Sabes, realmente estoy cansada. Lo mejor es que busque mi habitación por el pasillo. Hablaré mañana con él y contigo también, cuando no estés bajo la influencia de bebidas espirituosas.

—Hazlo antes del baile, me quedaré a tu boda, pero no me quedaré al baile después, si salimos antes estaremos cruzando la frontera del norte antes del amanecer, con suerte y tendremos un buen desayuno en alguna posada en Gretna Green.

—O, podrías quedarte y…
Fergus levantó la mano, cortando su diatriba antes de iniciar. —No me pidas más de lo que te doy, aún me estoy replanteando la idea de subirte a mi caballo y llevarte lejos.

—Buenas noches primo —se despidió, y caminó hacia la puerta. Lo mejor era dejar las cosas en paz con Fergus.

No necesitaba molestarlo más.

Si quería lucir como una novia radiante lo mejor era dormir un rato.

**********
  Dominic se casó con ella con furia.

  Furia en el retumbar de su voz cuando dijo: “Acepto”.

  Furia en la punta de sus dedos cuando agarró su mano.

  Furia en los bordes de sus ojos bicolor cada vez que se aventuraban cerca de su rostro.

  No es que la mirara directamente.

  No había hecho eso desde la noche anterior cuando la dejó en el despacho con Fergus.

  Durante todo el día, desde la boda, el desayuno nupcial, las festividades de la tarde y el baile, había evitado mirarla directamente.

  Incluso cuando la tomó en sus brazos para el baile de apertura de la velada, sus dedos presionaron su carne, golpeando con ira cada latido de su corazón. Él no la miró, ni siquiera reconoció que ahora era su esposa por segunda vez.

El Duque del EscándaloWhere stories live. Discover now