12. ¿Cómo te atreves?

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  ¡Condenación!

  Joanne sabía que lo menos que podía hacer en este momento era soltar una blasfemia, pero un duque oscuro y tormentoso con la ira a flor de piel, de repente apareció frente a ella como un acantilado gigante emergiendo de una niebla traicionera, esperando para lanzarla directo a la muerte.

  —Puedo explicarlo, Su Gracia —dijo ella.

  —No creo que puedas —dirigió una mirada tan feroz a la pequeña multitud de espectadores que se dispersaron de inmediato. Su mirada se dirigió al adoquín, estudiando las letras de tiza—. ¿Dos peniques por la emoción de tu vida?

  ¿Por qué, oh por qué, no había borrado las palabras?

  —¿Qué está pasando exactamente aquí? —preguntó, mirándola primero a ella, y luego a Charlie, cuyos ojos estaban muy abiertos.

  —Fue un experimento —respondió apresuradamente—. Estábamos realizando un experimento sobre el encantamiento de audiencias.

  Él la fulminó con la mirada.

  —Bueno, obviamente, no funciona en los duques —añadió ella, tratando de quitarle hierro al asunto.

  —Aquí hay un experimento para llevar a cabo —bramó—. La velocidad con la que ambas pueden subir a ese carruaje. —Señaló un elegante carruaje negro con ruedas doradas—. ¡Ahora mismo!

  —No creo que quepamos, Lenny y Jim vienen con nosotros.

  Charlie ya se había quitado la sábana o lo que fuera que tuviera encima y empacado las tizas.

  Joanne le ayudó rápidamente a atarse los cordones del gorro.

  —Fue idea mía, Dominic, yo quería mostrarle a la señorita Joanne mi talento —dijo la niña tratando de calmar a su hermano—. En defensa, diré que no estabas destinado a verlo.

  —Claramente.

  —Al parecer no puedo dejar de ser malvada —dijo Charlotte, bajando la cabeza.

  Los ojos del duque se suavizaron y puso una mano sobre el sombrero de su hermana. —No estoy diciendo que seas mala. Pero fue una exhibición muy pública, y mis amigos… —Miró por encima del hombro al grupo de dos caballeros y una dama que los seguía—. No lo entenderían.

  Joanne lo entendió perfectamente. Ella lo había humillado frente a sus amigos aristocráticos.
  No era de extrañar que estuviera vestido con todas las galas de un duque de la ciudad, desde un sombrero de castor negro brillante hasta arpilleras pulidas, y todo lo demás de hombros anchos y flancos recortados en el medio. Debía admitir que se veía bastante guapo así también.

Una dama, con el cabello dorado y vestida con un sombrero de paja con cintas rosa, saludó y comenzó a caminar hacia ellos.

Las cicatrices en su brazo empezaron a picar horriblemente debido a los nervios, no podía quitarse el guante aquí mismo y acomodarlo para tranquilizar la comezón. Suficiente escándalo habían provocado ya, como para encima  enseñar al público su extremidad deforme.

  —Carruaje. Ahora —ordenó el duque con urgencia.

  —Demasiado tarde, me temo —dijo Joanne.

  El grupo estaba sobre ellos.

  El duque se irguió en toda su estatura.

  —Lady Diane, Danbury, Lord Wolfbridge —dijo en tono pomposo—. Mi hermana la señorita Charlotte Cautfield y una invitada la señorita Joanne Campbell.

El Duque del EscándaloWhere stories live. Discover now